lunes, 10 de septiembre de 2012

María Auxiliadora en la fundación de las Hijas de María Auxiliadora[1] (D. Pierluigi Cameroni)

Don Pierluigi Cameroni SDB, Animador espiritual

Camino formativo 2011-2012

 

6. María Auxiliadora en la fundación de las Hijas de María Auxiliadora[1] (D. Pierluigi Cameroni)


1. Génesis «mariana» del Instituto
Para D. Bosco, honrar a María era trabajar por la salvación de los jóvenes: inspiraciones divinas y apremios por parte de personas de autoridad, lo indujeron a ampliar su radio de acción también a la juventud femenina. Y cuando se trató de delinear la identidad de esta obra, la elección del título quiso expresar la característica educativo-mariana del Instituto, decididamente orientado a la educación cristiana de la juventud en nombre de María auxilio de los cristianos,
No fue sólo una intención meramente humana la que indujo a S. Juan Bosco a fundar el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Al igual que todas sus obras, surgió para servicio de la Iglesia por iniciativa de Dios y de María Auxiliadora[2]. D. Francesco Cerruti[3] cuenta: «Recuerdo haber oído decir a D. Bosco en persona que un día al presentarse ante Pío IX, éste le dijo: Hasta ahora os habéis ocupado solamente de los jóvenes, ¿por qué no pensáis en hacer por las niñas –no menos necesitadas- lo mismo que hacéis por ellos”. Yo ya había pensado en ello, pero quería hacer cada cosa a su tiempo, nos decía D. Bosco. Quería asegurar primero todo lo referente a los muchachos y, después pensar en las muchachas; y tanto más porque me urgía fundar una asociación religiosa que tomase el nombre de María Auxiliadora. Son muchos los motivos de agradecimiento que tenemos para con tan buena Madre: surja, pues, la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, como monumento vivo de este filial reconocimiento”.[4] Según este testimonio de D. Cerruti, fue el mismo Pío IX, quien le sugirió a D. Bosco la idea de fundar una obra femenina que hiciese con las muchachas lo que los salesianos hacían con los muchachos[5]
Con todo, no es posible datar cronológicamente cuándo y cómo comenzó D. Bosco a pensar en una congregación religiosa femenina. La tradición del Instituto, considera como fuentes, signos premonitorios e inequívocos de la inspiración divina relativa a la nueva fundación, algunos “sueños” de D. Bosco, hacia el año 1862. Es D. Francesia quien atestigua que D. Bosco narró que por dos veces, vio en sueños, en la Plaza Vittorio de Turín, un nutrido grupo de muchachas abandonadas a sí mismas y alborotando que, al percibir su presencia, fueron a su encuentro suplicándole se cuidara de ellas. D. Bosco no quería e intentaba escabullirse; pero cambió la situación la aparición de una noble Señora que se las confía con estas palabras: “Cuida de ellas, son mis hijas”.[6] Mejor documentado y más significativo es el sueño llamado del “caballo rojo” o de la Marquesa de Barolo, en el que D. Bosco se opone al propósito de la marquesa de que se preocupase de las muchachas diciendo que lo quería hacer por sí mismo: “yo debo preocuparme de que su sangre no se haya derramado inútilmente, lo mismo para los muchachos que para las muchachas”.[7] D. Bosco maduró la idea durante mucho tiempo movido por lo que, seguidamente dijo a D, Cerruti: “Mira, la revolución se sirvió de las mujeres para hacer mucho mal y nosotros haremos con ellas mucho bien. Y añadía que llevarían el nombre de Hijas de María Auxiliadora porque quería que el nuevo Instituto fuese también un monumento de perenne gratitud por los singulares favores obtenidos de tan buena Madre”.[8] Pero ante los Salesianos el Santo se comprometió con claridad sólo en 1871, cuando el 24 de abril comunicó al capítulo del oratorio su intención, pidiendo a los consejeros que reflexionasen y rezasen, para darle, dentro de un mes, su parecer.[9]
Mientras tanto, desde hacía una decena de años venía consolidándose una significativa relación entre D. Bosco y el grupo de la Pía Unión de las Hijas de María Inmaculada, formado en Mornese, en el Monferrato, por obra de Ángela Maccagno y dirigida por D. Pestarino, párroco del pueblo y que hacía de enlace entre el grupo y el mismo D. Bosco.[10] La agregación de D. Pestarino a la Congregación Salesiana (1862), la relaciones detalladas del grupo de jóvenes mornesinas enviadas por el sacerdote a D. Bosco, la palabras e indicaciones dirigidas a ellas en las visitas personales de D. Bosco a Mornese(1864‑1867‑1870‑1871), el particular interés por algunas de ellas (entre las cuales S. Maria Domenica Mazzarello) que se estaban dedicando a una más decidida acción de promoción humana y cristiana de las mucachas, llevaron a intuir que el grupo de las Hijas de María Inmaculada fuese el germen probable del Instituto. También para estas jóvenes la devoción mariana, alimentada por las sólidas reflexiones del teólogo Giuseppe Frassinetti,[11] se fundaba en el papel insustituíble que tiene María en la vida de todo cristiano y las llevaba no sólo a imitar las virtudes propias de la Virgen (vistas particularmente en el misterio de su Concepción Inmaculada) sino a revivir en lo más profundo de sí mismas las actitudes interiores de María traduciéndolas a nivel de vida teologal.[12] También se traducía en un fuerte compromiso de vida eclesial, aún en el limitado contexto mornesino, con una intensa participación en la vida parroquial y en el apostolado,[13] en especial entre las jóvenes. En la fundación del Instituto, el 5 de agosto de 1872, fiesta de la «Virgen de las Nieves», se concretiza la inspiración mariana de D. Bosco, que en el plano de la misión, es continuidad de la obra ya iniciada y en el plano del ser, la originalidad de una consagración que quiere ser “el monumento perenne de la gratitud de D. Bosco a la gran Madre de Dios, invocada con el título de Auxiliadora de los cristianos”.
2. La devoción mariana de la Cofundadora, S. María Dominica Mazzarello, y de la primera comunidad de las Hijas de María Auxiliadora (Mornese 1872)
La intuición mariana carismática del Fundador, D. Bosco, había hallado precisamente en S. María Dominica Mazzarello plena convergencia: la joven mornesina había ya madurado, en el grupo de las Hijas de la Inmaculada, una sólida espiritualidad mariana, concretada en unaa fundamental tensión a revivir en sí misma el misterio de María, a modelarse en su fisonomía espiritual, y a reproducirla en sí misma. Contemplaba a María en su misterio de Dolorosa y de Inmaculada: María era para ella, como para D. Bosco, una persona presente y viva en su vida; la tenía por eso presente no solo en su misterio de gracia, sino también en el de dolor, en la participación en la pasión salvífica de Cristo.[14] El progresivo movimiento de configuración con María se produjo sobre todo, a través del conocimiento y el compromiso de vida en la Pía Unión, cuya Regla estaba impregnada por la figura de la Inmaculada como ideal de vida consagrada y apostólica.[15] En la Inmaculada encontraba el impulso para la lucha contra el pecado, la atracción de la pureza, el celo por proteger y formar a las jóvenes que acogía a su alrededor en el taller y en el oratorio.
El encuentro con D. Bosco (1864) descubrió a la Santa un nuevo y más amplio paso en su itinerario mariano. El apóstol de la Auxiliadora le presentó a María bajo este aspecto que, en cierto modo, englobaba los dos anteriores –Dolorosa e Inmaculada- ampliando su dimensión a la dimensión de la Iglesia, impriméndolas aquella fuerza dinámica que hizo pasar la espiritualidad mariana de la Santa de la pura interioridad a una presencia operosa y de testimonio en la Iglesia. Como Hija de María Auxiliadora, María Mazzarello, dio testimonio de esta nueva dimensión mariana con una ación apostólica cada vez más amplia y eclesial. La devoción a la Auxiliadora, en efecto, no se detiene en reconocer el papel de la Virgen en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia, sino que implica traducirla en una acción consecuente con la verdad correspondiente, en una actitud operativa. La misión del Instituto, conducir a las jóvenes a una auténtica vida cristiana, encontró por ello delineado su ser en la devoción misma de la Auxiliadora.
Los miembros de la primera comunidad mornesina (11 profesas y tres novicias) provenían del grupo de las Hijas de María Inmaculada.[16] La propuesta de D. Bosco halló, pues, un terreno preparado aunque el paso a congregación religiosa trajo consigo sufrimientos y acomodaciones a veces dolorosas. Pero la característica mariana querida por el Fundador, vivida por la Cofundadora, fue acogida, asimilada y hecha propia por toda la comunidad. Ésta estaba empeñada en vivir in crescendo la observancia de las reglas dadas por D. Bosco: en ellas los reclamos devocionales, privados en la sencilla expresión de elementos doctrinales, se concentraban en honrar a la Virgen, con el rezo del Rosario, del Ángelus, de la conmemoración de los dolores y gozos, del Oficio Parvo de la Virgen.[17] Según el espíritu del Fundador, sólo se requería uniformarse a la expresión tradicional y popular de la oración a la Virgen, celebrando con solemnidad sus fiestas, destacando los aniversarios, difundiendo sus imágenes, etc. Sin embargo los testimonios coinciden en afirmar que era el espíritu de la Regla entera vivida en su totalidad el que daba culto a María.[18] La verdadera devoción a María no puede consistir sólo en prácticas de devoción –enseñaban D. Bosco y M. Mazzarello- en piadosos ejercicios, sino en un continuo asemejarse a Ella para vivir las sólidas virtudes evagélicas que en Ella resplandecen: «Seamos verdaderas imágenes de la Virgen”, repetía a las hermanas.[19] Verdadera superiora del Instituto será la Virgen, ante cuya imagen María Mazzarello, pondrá cada atardecer las llaves de la casa con filial y confiado abandono.
La primera comunidad del Instituto, «monumento vivo», respondía al proyecto de ser la alabanza y la gloria de María en el esfuerzo por encarnar en la vida cotidiana las virtudes de la Virgen, para llegar a la conformación con Cristo que indicaban las Reglas. Decía la Cofundadora: “Si somos caritativas entre nosotras, si somos mortificadas y estamos animadas por el espíritu de sacrificio, si nos mantenemos fieles a nuestras Reglas, entonces podremos decir que somos verdaderas hijas de la Virgen”.[20] Sobre todo en sus cartas, Madre Mazzarello dejaba traslsucir su preocupación porque hubiese unión entre la teoría y la práctica, entre la doctrina y la vida: “Pongamos empeño en ejercitarnos en la verdadera humildad y caridad, soportando mutuamente nuestros defectos; esmerémonos en nuestras obras de piedad, haciendo con alegría y fervor nuestras comuniones y oraciones y cumpliendo nuestros votos de popbreza, castidad y obediencia. Creedlo mis amadas hijas, así la Virgen estará contenta de nosotras”.[21]
[1] Para más información cfr. Anita Deleidi, La devozione mariana alle origini delle’Istituto delle FMA (1872), in PONTIFICIA ACCADEMIA MARIANA INTERNATIONALIS, De cultu mariano saeculis XIX-XX.Acta Congressus Mariologici-mariani internationalis in santuario mariano Kevelare (Germania) anno 1987 celebrati, vol III, Romae, PAMI 1991, 399-419.
[2]
Costituzioni art. I.
[3]
Don Francesco Cerruti (1844‑1917) fue uno de los primeros en dar su nombre a la Sociedad de S. Francisco de Sales; fue Consejero escolar general y ssiguió también de cerca el desarrollo del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.
[4]
SACRA RITUUM CONGREGATIO, Taurinen. Beatificationis et Canonizationis ven. Servi Dei Sac. Joannis Bosco, Summarium super dubio, N. III, 141.
[5]
Cf. CAPETTI G., Il cammino, 19.
[6]
FRANCESIA G.B., Suor Maria Mazzarello e i primi due lustri delle Figlie di Maria Ausiliatrice, S. Benigno Canavese, Tipografia Salesiana, 1906, 212.
[7]
MBe, VII, 192-193.
[8]
MBe, X, 549.
[9]
MBe, X, 544.
[10]
Sobre Ángela Maccagno (1830‑1890), maestra elemental de Mornese, que tuvo la inspiración de fundar una Pía Unión de jóvenes consagradas en el mundo, cfr. PICCARDO A., Brevi cenni sulla Pia Unione delle Figlie di S. Maria Immacolata ‑Nuove Orsoline, Roma 1912. Sobre D. Domingo Pestarino (1817‑1874), figura particular de sacerdote, que habiendose formado en el Seminario de Génova, trabajó en Mornese enovando la vida espiritual del pueblo y fue dorector espiritual de M. Mazarello y del naciente Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, cfr. MACCONO F., L'Apostolo di Mornese. Sac. Domenico Pestarino, Torino, SEI, 1926.
[11]
Giuseppe Frassinetti (1804‑1868), teólogo genovés, influyó grandemente en la renovación pastoral del Ochocientos mediante su acción como párroco de Santa Sabina en Génova; fue escritor fecundo y sabio director de espíritu. Para su relación con las Hijas de María Inmaculada de Mornese y en particular con M. Mazarrello, cfr. POSADA M.E., Giuseppe Frassinetti e Maria D. Mazzarello. Rapporto storico‑spirituale, Roma, LAS, 1986.
[12]
Cf., ibi, 91.
[13]
Cf., ibi, 95‑97.
[14]
Cf. DALCERRI L., Maria nello spirito e nella vita della Figlia di Maria Ausiliatrice, Roma, Istituto Figlie di Maria Ausiliatrice, 1982, 31‑32.
[15]
Cf, il primo Regolamento delle Figlie dell'Immacolata in CRONISTORIA I, 321‑323.
[16]
Cf. CRONISTORIA, III, 216.
[17]
Cf. Costituzioni ‑ Regole, in CRONISTORIA I, 343‑344; 348
[18]
Cf. DALCERRI, Maria nello spirito, 47‑62.
[19]
Cf. Cronistoria, III, 216
[20]
Ibi, 271
[21]
Lettera 52, 2 a Sr. Giuseppina Torta, in POSADA M.E. (ed.), Lettere di S. Maria Domenica Mazzarello, Con fondatrice dell'Istituto delle Figlie di Maria Ausiliatrice, Roma 1980, 177.

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