jueves, 30 de diciembre de 2010



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ADMA : ASOCIACIÓN DE MARÍA AUXILIADORA



ADMA-on-Line Mensaje mensual : 24 de diciembre 2010 Version

María nos lleva la esperanza y la alegría

María conoce bien nuestra situación espiritual, ve cómo somos realmente delante de Dios, Hoy, por desgracia, gran parte de la humanidad vive una situación existencial donde falta la fe, la caridad, la oración, la confianza en Dios, una tierra árida en dónde habitan "corazones endurecidos, corazones de piedra", es una situación infernal, que señala la separación del hombre de Dios, la pérdida de toda esperanza. La vida alejada de Dios es una vida sin el sol, un hielo infernal, una vida en la cual no estamos contentos de nosotros mismos; al contrario, nos odiamos a nosotros mismos, nos despreciamos a nosotros mismos y odiamos y despreciamos a los otros. La Virgen ve esta inquietud que está junto a la expresión de hambre de Dios, hambre de fidelidad, hambre de inmortalidad, hambre de santidad, hambre de pureza interior.
De cara a esta situación de esclavitud de las tinieblas, Dios ha decidido de hacernos Misericordia, Dos nos da a María para llevarnos la esperanza y la alegría. La esperanza, porque Dios nos puede rescatar, nos puede liberar, romper las cadenas de la esclavitud del mal y nos puede dar de nuevo la alegría, que es la alegría de hacer el bien, la alegría de la cercanía de Dios. Dios es alegría, es una alegría que experimentan todos aquellos que se convierten a Él. María es fuente de esperanza, fuente de alegría, porque Ella nos lleva a Jesús, que es la paz, que es la esperanza y la alegría.
Tenemos que abrir nuestros corazones a la misericordia de Dios, porque tenemos necesidad del perdón de los pecados, de la Gracia que santifica, tenemos necesidad de las purificaciones del corazón, tenemos necesidad de la paz, tenemos necesidad de la alegría, de la fuerza, de la luz. Todos debemos afrontar de cuando en cuando situaciones difíciles, dolorosas, sea en nuestra vida personal, sea en las relaciones con los demás. Y experimentamos a veces toda nuestra impotencia, porque advertimos en nosotros de los apegos a cosas personales que nos hacen esclavos, de ataduras de las que nos quisiéramos liberar. Nos encontramos con frecuencia de cara a los muros de la indiferencia y del egoísmo y nos sentimos que se nos caen los brazos de cara a acontecimientos que parecen superarnos.
Jesús ha dicho que cualquier cosa que pidamos al Padre en su nombre, él nos la concederá. Probemos pues a pedirle lo que está más en nuestro corazón con la certeza de fe de que a él nada es imposible: de la solución de casos desesperados, de la paz en el mundo; de la curación de enfermedades graves, a la recomposición de conflictos familiares y sociales. Y si después somos con otros a pedir la misma cosa, en pleno consentimiento de amor recíproco, entonces es Jesús mismo, en medio de nosotros, quien ruega al Padre, y según su promesa, lo obtendremos.
La Virgen es como Juan Bautista que en tiempo de Adviento quiere allanar el camino de Dios, para que pueda llegar a nuestros corazones, para que nos conceda aquello que es el don de la Navidad, la paz; Jesús es nuestra paz.

Don Pier Luigi Cameroni SDB , Animador Espiritual