lunes, 10 de septiembre de 2012

María Auxiliadora en la fundación de la Congregación Salesiana (D. Pierluigi Cameroni)


Itinerario formativo 2011-2012

5. María Auxiliadora en la fundación de la Congregación Salesiana (D. Pierluigi Cameroni)


El Espíritu Santo suscitó, con la intervención de María, a D. Bosco para ser apóstol de los jóvenes y fundador de un nuevo carisma en la Iglesia. La Virgen Santísima ocupa un puesto verdaderamente extraordianrio en la vida de nuestro fundador. Son muy pocos los fundadores en cuya vida haya intervenido tanto María como en la vida de D. Bosco, con la misma presteza, la misma continuidad, la misma riqueza de acontecimientos, la misma amplitud de miras, la misma fecundidad de obras, también carismáticas. Esto provocó en D. Bosco una percepción global de su figura que fue afirmándose cada vez más. María es una persona viva, resucitada que interviene activamente en la historia y en la vida de las personas, incluso en forma prodigiosa. La fe de D. Bosco en Jesús Resucitado, experimentada y promovida con el amor a la Eucaristía, estuvo acompañada por la fe en María como mujer viva y activa en la vida de la Iglesia y de la humanidad, en su historia vocacional y en su misión pastoral. Impresiona la afirmación de D. Josef Aubry, experto en espiritualidad salesiana, al decir: “Démonos cuenta de que la devoción de D. Bosco a María ha sido la manifestación, en una décima parte, de un corazón espontáneamente sensible y el fruto de una educación intensamente mariana: y por las nueve partes restantes la respuesta a las iniciativas imprevistas de María que han irrumpido en su vida de muy diversas formas y maneras” (J. AUBRY, Apostoli salesiani con Maria, in A. PEDRINI, La Madonna dei tempi difficili, LAS, Roma, 1980 p. 137).
María Buena Pastora – En el origen de la vocación y misión de D. Bosco encontramos a María como la Buena Pastora de los jóvenes. La primera intervención es, sin lugar a dudas, el sueño de los nueve años en el que Juanito recibe de Cristo, el Buen Pastor, el anuncio de su vocación, el campo específico de su misión, la indicación de un estilo pastoral y educativo impregnado de mansedumbre, bondad y amabilidad. Y Jesús le da a Juanito a María como Maestra y Buena Pastora que, a su vez, indica a Juanito la misión pastoral. El rebaño salesiano pertenece desde sus orígenes al Buen Pastor y a la Buena Pastora. Este sueño, cada vez con nuevos detalles, se repetirá varias veces: “El segundo domingo de octubre de aquel año (1844) debía anunciar a mis muchachos que el Oratorio pasaría a Valdocco. Pero la incertidumbre del lugar, de los medios y personas, me mantenía realmente preocupado. La víspera fui a la cama con el corazón inquieto. Aquella noche tuve un nuevo sueño, que parece un apéndice del de I Becchi cuando andaba por los nueve años. Estimo oportuno exponerlo con detalle. Soñé que me hallaba en medio de una muchedumbree de lobos, cabras, cabritos, corderos, ovejas, carneros, perros, y pájaros. Todos juntos hacían un ruido, un alboroto o, mejor, un estruendo endiablado capaz de asustar al más intrépido. Quería huír, cuando una Señora –muy bien vestida, como una pastorcilla- me indicó que acompañase y siguiera al extraño rebaño, en tanto que ella se ponía al frente. Vagamos por distintos parajes; realizamos tres estaciones o paradas. En cada una, muchos de aquellos animales se transformaban en corderos cuyo número aumentaba cada vez más. Después de mucho andar, me encontré en un prado, donde los animales retozaban y comían juntos sin que los unos intentasen hacer daño a los otros. Agotado de cansancio, quise sentarme a la vera de un camino cercano, pero la pastorcilla me invitó a seguir adelante. Tras otro breve trecho de camino, me encontré en un vasto patio, rodeado de pórticos, en cuyo extremo había una iglesia. En ese emomento advertí que las cuatro quintas partes de los animales se habían convertido en corderos. Su número se incrementó enseguida muchísimo. Llegaron varios pastorcillos para cuidarlos, pero permanecían un breve tiempo y se marchaban. Entonces ocurrió algo maravilloso: muchos corderos se transformaban en pastorcillos y, al crecer, cuidaban del resto del rebaño. Como aumentaba sobre manera el número de pastores, estos se dividieron y marcharon a otros lugares para recoger a más animales extraños y guiarlos a nuevos apriscos. Quería marcharme de allí, porque me parecía que era hora de celebrar la misa; pero la pastora me sugirió mirar hacia el mediodía. Al observar, contemplé un campo sembrado de maíz, patatas, coles, remolachas, lechugas y muchas otras verduras. –Mira otra vez, apuntó, y observé de nuevo. Entonces divisé una estupenda y alta iglesia. Una orquesta, música instrumental y vocal me invitaban a cantar la misa. En el interior de aquella iglesia había una franja blanca en la que estaba escrito con caracteres cubitales: Hic domus mea, inde gloria mea. Siempre en sueños quise preguntar a la pastora en dónde me encontraba, qué significaba aquel andar y detenerse, con la casa, la iglesia y, más adelante, con otra iglesia. – Lo comprenderás todo cuando, con tus ojos físicos, veas realizado cuanto ahora contemplas con los ojos de la mente. Pareciéndome que me encontraba despierto, dije: “Yo veo claro y veo con los ojos materiales; sé a donde voy y qué hago”. En aquel momento sonó la campana del Ave María en la iglesia de San Francisco y me desperté. (GIOVANNI BOSCO, Memorie dell’oratorio di S. Francesco di Sales dal 1815 al 1855, Introduzione, note e testo critico a cura di ANTONIO DA SILVA FERREIRA, Roma LAS, 1991 pp. 129-139). Fue tan profunda la convicción de la presencia de María en su obra y en la fundación de la Congregación y, al mismo tiempo, la grave responsabilidad que había recaído sobre sus hombros que llegará a decir: “La Virgen María me había indicado en visión el campo donde yo debía trabajar. Poseía, pues, el proyecto de un plan, premeditado, completo, del que no podía ni quería apartarme de ningún modo. Era yo absolutamente responsable de su éxito. Veía claramente la línea a seguir, los medios a emplear para triunfar en la empresa; no podía, por consiguiente exponerme al riesgo de echar por tierra aquel proyecto, dejándolo a la merced de la opinión y la voluntad de otros” (MBe III 198).
María la inmaculada. Contemporaneamente, el clima eclesial en torno al año 1850 llevó a D. Bosco a honrar a María en su misterio de Inmaculada; una Virgen para ser contemplada, pero también invocada y percibida como cercana y activa. Y María intervino haciendo comprender a D. Bosco que este privilegio estaba íntimamente relacionado con su misión. La Inmaculada envió a D. Bosco el primer muchacho, pobre y abandonado, Bartolomé Garelli, el 8 de diciembre de 1841 y, después de una fervorosa Avemaría, D. Bosco inició con él su misión evangelizadora. D. Bosco siempre consideró aquel encuentro como una intervención de la Virgen y la fiesta de la Inmaculada como un día particular de gracia: “nosotros somos deudores a María Auxiliadora de todo y que todas nuestras grandes cosas tuvieron su comienzo y su cumplimiento en el día de la Inmaculada” (MBe XVII 439). El 8 de diciembre de 1854, día de la proclamación del dogma de la Inmaculada, otro joven, Domingo Savio, en el Oratorio de Valdocco desde hacía pocos meses, se consagra a María. A los pocos meses fundará la compañía de la Inmaculada, vivero de jóvenes consagrados a María de la que provendrán los primeros salesianos: el 18 de diciembre de 1859, día de la fundación de la Congregación, de los 16 jóvenes que se comprometen con D. Bosco 15 pertenecían a la Compañía de la Inmaculada. La Congregación Salesiana hunde sus raíces en los surcos del oratorio de Valdocco, entre aquellos jóvenes a los que D. Bosco se dedicaba y con su colaboración. Esta presencia de Mría Inmaculada en la fundación de la Congregación Salesiana es providencial: “la Buena Pastora quiere hacer comprender que la obra de la educación supone una liberación del pecado para vivir y crecer en la gracia de Dios, y que los mismos educadores necesitan una pureza vigorosa que los haga educadores plenamente disponibles y válidos. En efecto, la Inmaculada Concepción se manifiesta a D. Bosco... como un misterio de victoria permanente que asigna naturalmente a María un papel de vencedora en el reino de Dios y de auxilio en la obra educativa: es Aquella que no cesa de quebrantar la cabeza de la serpiente” (J. AUBRY, Apostoli salesiani con Maria, in A. PEDRINI, La Madonna dei tempi difficili, LAS, Roma, 1980 p. 140).
Maria la auxiliadora – Con el correr de los años, hacia 1860, el rostro de la Buena Pastora adquiere los rasgos de Auxiliadora: una devoción que acompañará los últimos 25 años de la vida de D. Bosco y que está en el origen de la expansión mundial de la Congregación y de la Obra salesiana. La Virgen va así adquiriendo a los ojos de D. Bosco sus rasgos definitivos, los de la Auxiliadora que dio comienzo a su vocación, que fue la maestra y la guía para su gran misión eclesial. En el decenio de 1865-75 la Congregación Salesiana es aprobada, se funda la Asociación de María Auxiliadora y el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Vendrá después el comienzo de la aventura misonera, la irrupción de las Congregaciones salesianas en otros países de Europa, la organización de los Cooperadores. María Auxiliadora preside esta expansión mundial, haciéndonos comprender su significado eclesial. D. Bosco estaba convencido de que sus iniciativas respondían a la voluntad de Dios y que la Virgen, su guía desde su primer sueño, le declaraba esta voluntad divina en las circunstancias concretas que se le presentaban, dándole la fuerza necesaria para afrontar las fatigas y sacrificios que se le presentaban en el camino.
“Maria Santísima es la fundadora y será la sostenedora de nuestras obras” (MBe VII, 228). Esto principalmente se refiere a la fundación de la Congregación salesiana. Una tarde de 1864, después de haber obenido el Decretum Laudis, dirigiéndose a los primeros salesianos, narrando el sueño de la pérgola de rosas, que tuvo en 1847, dijo: “Os he contado tadiversas cosas, en forma de sueños, de las que podemos concluir lo mucho que nos quiere y ayuda la Santísima Virgen. Pero ahora que estamos aquí solos, para que cada uno de nosotros esté bien seguro de que la Virgen Santísima ama a nuestra Congregación y para que nos animemos cada vez más a trabajar por la mayor gloria de Dios, no os voy a contar un sueño, sino lo que la misma bienaventurada Virgen María quiso que yo viera. Quiere Ella que pongamos en su protección toda nuestra esperanza” (MBe III 36-37). En 1875 cuando fueron aprobadas definitivamente por la Santa Sede las Constituciones, D. Bosco contó a D. Barneris y a D. Lemoyne el sueño de la cinta que él habia tenido en 1845, cuando estaban recientes sus fallidos intentos de reunir a su alrededor de modo estable a algunos colaboradores. La Señora, la misma de los primeros sueños, le había mostrado una gran explanada llena de jóvenes, el desarrollo de la casa de Valdocco, la gran iglesia situada en el lugar del martirio de los mártires de la legión Tebea y continuó de esta manera: “¿Quieres saber cómo hacer para que no se te vayan más? Toma esta cinta y átasela a su cabeza. Tomé con reverencia la cinta blanca de su mano y vi que que sobre ella estaba escrita una palabra: Obediencia. Ensayé enseguida lo que la Señora me indicó y comencé a ceñir la cabeza de algunos de mis colaboradores voluntarios con la cinta y pronto vi un cambio grande y en verdad sorprendente. Este cambio se hacía cada vez más patente, según iba cumpliendo el consejo que se me había dado, ya que aquellos dieron de lado el deseo de irse a otra parte y se quedaron, al fin, conmigo. Así se constituyó la Sociedad Salesiana” (MBe II 230-231). En un sermón del año 1868 dijo a los salesianos: “Nuestra Pía Sociedad es una de las últimas Congregaciones religiosas aparecidas, y, al igual de las otras, fue suscitada por la bondad de María Santísima, que se puede llamar fundadora y madre de todas, desde el Cenáculo hasta nuestros días” (MBe IX 322). D. Bosco estaba profundamente convencido de que al igual que María estuvo presente en los comienzos de la Iglesia y de su misión en el Cenáculo, de la misma manera estuvo presente en los comienzos de la Congregación Salesiana, como su inspiradora y sostenedora. En un discurso con ocasión de la fiesta de la Inmaculada en 1884, D. Bosco hablando a sus hijos dijo: “nuestra Congregación está dstinada a muy grandes empresas y a extenderse por todo el mundo, siempre y cuando los Salesianos sean fieles a las Reglas que les ha dado María Santísima”. Finalmente, al fin de sus días, en la noche de 9 al 10 de abril de 1885, en Barcelona, se apareció de nuevo la Virgen a D. Bosco, en forma de pastorcilla y le presento el desarrollo futuro de la Congregación extendida por todo el mundo, con centros en Chile, China, India, Madagascar y en África: “Y dónde encontrar tanta gente y cómo enviar misioneros a esos lugares? En esos países existen salvajes que se alimentan de carne humana; hay herejes y perseguidores de la Iglesia: ¿cómo hacer? – Mira, replicó la pastorcilla, es menester que emplees toda tu buena voluntad. Solo tienes que hacer una cosa: recomendar que mis hijos cultiven constantemente la virtud de María. – Bien, sí; me parece haber entendido. Repetiré a todos tus palabras... Cuando el Santo hubo terminado, dijo: -¡Cuánto nos ama María!” (MBe XVIII 72-73). Algunos meses antes de morir, celebrando su primera y única misa en la Basílica del Sagrado Corazón en Roma, el 16 de mayo de 1887, fijando los ojos en el cuadro de la Auxiliadora, D. Bosco, conmovido hasta las lágrimas, recordaba su primer sueño: “-Tenía viva ante mis ojos la escena de cuando soñé a los diez años con la Congregación. Veía y oía realmente a la mamá y a los hermanos opinar sobre el sueño... -Entonces le había dicho la Virgen: -A su tiempo lo comprenderás todo”. (MB XVIII 341). Si es verdad que María ha inspirado y sostenido a D. Bosco en la fundación de la Congregación y de la Familia Salesiana, también es verdad que D. Bosco ha sabido venerar y rendir culto a la Virgen por esta intervención especial suya. Si nosotros queremos ser verdaderos hijos de D. Bosco debemos también experimentar la ayuda maternal de María Auxilaidora y cultivar su devoción.
 
 
SOLEMNE ACTO DI CONSAGRACIÓN DE LA CONGREGACION SALESIANA
A MARÍA AUXILIADORA (14 de enero de 1984)
Nosotros salesianos, reunidos en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
adoramos y damos gracias, con el corazón de D. Bosco
a aquel Amor infinito que tanto ha amado al mundo que le dio a su único Hijo
y envió su Espíritu para la redención y santificación del hombre.
¡Gloria a ti, Padre de misericordia, a ti, Hijo redentor, a ti, Espíritu santificador,
Amor uno y trino que salva!
Te alabamos, divina Trinidad, por haber asociado inefablemente a María a la Obra de salvación, ensalzándola como Madre de Dios y Madre nuestra.
Y tú, Señor Jesús, hijo de María y primicia del mundo nuevo
danos tu espíritu que suscite en nuestros corazones los mismos sentimientos de tu amor.
Te suplicamos que renueves en nosotros el inefable Testamento hecho en la Cruz,
al otorgar al apóstol Juan la cualidad y el título de hijo de tu Madre María.
Repite para cada uno de nosotros las palabras: “¡MUJER, AQUÍ TIENES A TU HIJO!”,
para que sepamos vivir siempre con “¡María en casa!”.
Que Ella permanezca maternalmente con nosotros; nos tome de la mano
y sea nuestra inspiradora en la evangelización de los “pequeños y los pobres”.
Que nos ayude a ser piedras vivas de la Iglesia, en comunicón de vida y acción con el Papa y los Obispos. Que nos obtenga intensidad de escucha y celo apostólico
para ser auténticoas profetas de esperanza en el tercer milenio de la fe cristiana.
Que nos eduque en la iniciativa pastoral y en aquella contagaiosa bondad, nutrida de aascesis,
que nos hagan expertos en el diálogo y en la amistad, especialmente entre los jóvenes más pobres.
¡Oh Auxiliadora, Madre de la Iglesia!, nosotros salesianos de D. Bosco hoy NOS CONSAGRAMOS
personal y comunitariamente, a tu bondad e intercesión.
Te confiamos el precioso tesoro de nuestras Constituciones,
el compromiso de fidelidad y unidad en la Congregación, la santificación de sus miembros,
el trabajo de todos animado por una actitud de culto en espíritu y vida,
la fecundiad vocacional, la ardua responsabilidad de la formación,
la audacia y generosidad misionera, la animación de la Familia Salesiana
y sobre todo, el activo ministerio de predilección por la juventud.
Te proclamamos, con gozo, “Maestra y Guía” de nuestra Congregación.
Te rogamos acojas este acto filial de Consagración
y haz que participemos cada vez más profundamente en el testamento de tu Jesús en el Calvario:
por Él, con Él y en Él nos proponemos vivir y trabajar incansablemente
en la edificación del reino del Padre.
¡María, Auxiliadora de los cristianos, ruega por nosotros! Amén.
 
 
 

(Don Egidio Viganò)

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