lunes, 10 de septiembre de 2012

Don Bosco y la medalla de María Auxiliadora (don Pierluigi Cameroni)

Don Pierluigi Cameroni SDB, Animador espiritual

Itinerario formativo 2011-2012

 

11. Don Bosco y la medalla de María Auxiliadora (don Pierluigi Cameroni)

“A los fieles les agrada llevar, la mayoría de las veces al cuello, medallas con la imagen de la Virgen María. Son un testimonio de fe, signo de veneración a la Madre del Señor, y expresión de confianza en su materna protección. La Iglesia bendice estos objetos de piedad mariana, recordando que “sirven para recordar el amor de Dios y aumentar la confianza en la Virgen”, pero recuerda a los fieles que no olviden que la devoción a la Madre de Jesús exige, sobre todo, “un coherente testimonio de vida” (Direttorio su pietà popolare e liturgia n. 206).
Entre estas medallas se cuenta la de María Auxiliadora, propagada por D. Bosco, como modo directo y sencillo de manifestar exteriormente el sentimiento del corazón y el compromiso de vida cristiana. D. Bosco distribuyó a manos llenas, en Italia y en el extranjero, medallas de todos los tamaños con la imagen de María Auxiliadora por una parte y, por la otra la del Santísimo Sacramento o del Sagrado Corazón, haciendo referencia a “las dos columnas” a las que continuamente D. Bosco hacía referencia. El santo aconsejaba llevar siempre consigo esta medalla, besarla en las tentaciones, encomendarse a la Auxiliadora en los peligros. Solía decir: Ponéosla al cuello... acordaos que la Virgen os quiere mucho y pedidle de corazón que os ayude” (MBe III, 47). La medalla de María Auxiliadora no era, para D. Bosco, un amuleto o una costumbre, sino un medio poderoso para recordar a los ojos y al corazón el poder de María y para animar a una constante y filial confianza en Ella. Aconsejaba a D. Cagliero: “¡Tú ya sabes qué hacer para desterrar todo temor... el antídoto acostumbrado: medalla de María Auxiliadora con la jaculatoria: “María auxiliadora de los cristianos, ruega por nosotros”: comunión frecuente; esto es todo!”.
Ante todo la medalla de María Auxiliadora es un arma poderosa contra el pecado, como d. Bosco contaba en unas “Buenas Noches” del 4 de septiembre de 1868: “Hace pocos días había en el hospital una mujer gravemente enferma que no quería confesarse. Aumentaba el peligro de muerte y le propusieron que se llamara a D. Bosco. Ella contestó:
- Venga el que quiera, no me confesaré.
- Fue D. Bosco y en cuanto llegó dijeron a la enferma:
- - ha llegado D. Bosco.
- - Cuando esté curada me confesaré.
- Es que D. Bosco te hará sanar.
- Que en cure y entonces me confesaré.
Como yo tenía en la mano una medalla de María Auxiliadora con un cordoncito, se la presenté. La enferma la tomó, la besó y se l apuso al cuello. Los presentes lloraban de emoción. Hice que salieran aquellas personas; la bendije y ella se santiguó; le pregunté cuánto tiempo hacía que no se confesaba y se confesó. Cuando terminó, me dijo:
- ¿Qué le parece? Hace poco no quería confesarme y me he confesado. Estaba contenta.
- Pues yo no sé qué decir, le respondí: mire, es la Santísima Virgen, que quiere que se salve. Y la dejé con los sentimientos de una buena cristiana.
Pongamos, pues, toda nuestra confianza en María, y quien no lleve aún su medalla al cuello póngasela; y por la noche, y en las tentaciones, besémosla y experimentaremos una gran ayuda para nuestra alma” (MBe IX 314-315). Contra el pecado de la incredulidad, escudo invencible: la Medalla de María Auxiliadora.
También en el comienzo del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, esta presente este signo, antes aun que D. Bosco y María Mazzarello se conocieran personalmente, como queriendo significar que es la Virgen quien une espiritual y apostólicamente a estos dos grandes educadores y evangelizadores de los jóvenes. “Así estaban las cosas cuando D. Domingo Pestarino fue al Oratorio por vez primera. D. Bosco oyó con gusto el relato de la vida ejemplar de las dos campesinas y D. Domingo, a su vuelta, llevó dos medallas de la Virgen, una para María y otra para Petronila, y les dijo:
- Os las manda D. Bosco, y me ha encargado que os diga en su nombre, que las llevéis con devoción, porque os librarán de muchos males, y os ayudarán en todas las vicisitudes de la vida. Me ha dicho también que os recomiende que recéis mucho, pero que sobre todo procuréis impedir la ofensa de Dios, aunque solo fuera un pecado venial.
- Las dos jóvenes no conocían a D. Bosco, pero supieron por D. Domingo que era un santo sacerdote que trabajaba en favor de la juventud. El Santo quizá vio ya en María Mazzarello la piedra fundamental del instituto que él fundaría para las niñas; sin embargo, guardó sobre este proyecto una prudente reserva.
- La medalla regalada fue como un premio a la labor que desarrollaban: y las recomendaciones, la primera prueba de los paternales cuidados que el Santo dispensaría al nuevo instituto” (MBe IX 553-554).
Interesa recordar que María Auxiliadora era invocada especialmente por su eficaz intercesión en los grandes desastres naturales: terremotos, erupciones volcánicas, epidemias, tempestades, como para 9ndicar que las victorias sobre los elementos de la naturaleza eran un signo de su poderosa y más eficaz victoria de la gracia sobre el pecado.
“Es realmente sorprendente el tono de seguridad con que el Santo prometía la preservación (del cólera) también a los franceses. Había escrito el día 1 de julio a D. José Ronchail, director de la casa de Niza: ‘Parece que Dios quiere hacernos una visita. Procura que nuestros muchachos y amigos lleven consigo el antídoto seguro del cólera: la medalla de María Auxiliadora y recen María Auxilium Christianorum, ora pro nobis’. Pues bien, el día 18 de agosto podía escribir a la señorita Louvet: Tengo una buena noticia que darle. Todas las casas de Francia, todos los bienhechores de nuestros jovencitos, gracias a María Auxiliadora, han sido preservados del azote que aflige a Francia” (MBe XVII 209-212).
“Por aquellos mismos días se informó a D. Bosco de otros hecho en el que se vio la intervención de María Auxiliadora. Una espantosa erupción del Etna había sembrado el terror en las muchas poblaciones que vivían tranquilamente asentadas en las laderas del famoso volcán. El pueblo más amenazado fue Nicolosi, municipio con casi cuatro mil habirantes. Se calculaba que la lava corría por aquella vertiente entre cincuenta y sesenta metros por hora. Invadía pinares, castañares, y terrenos cultivados y los dejaba abrasados y destruidos. Los habitantes habían abandonados us casas. En tan terrible situación, las Hijas de María Auxiliadora de Catania y Agira escribieron a D. Bosco, rogándole les sugiriera algún medio para conjurar el peligro. D. Bosco respondió que sinpérdida de tiempo, esparcieran por el lugar medallas de María Auxilaidora y, en tanto, que él las bendecía y rezaba por ellas.
Cuando el párroco recibió las medallas d elas Hermanas fue a espacirlas acá y allá lo má arriba que pudo. ¡Fue algo admirable! Se hubiera dicho que las medallas pusieron límites a la ardiente lava que detuvo su avance. ‘La lava ha llegado a trescientos metros del pueblo y allí ha quedado detenida en la pendiente que domina el pueblo’. Y hay que advertir que la corriente de fuego “detenida en la pendiente” seguía, por así decirlo, en su estado líquido y la erupción continuaba aumentándola. Los hombres de ciencia que la población de Nicolosi estaba irremisiblemente perdida. Hasta la anticlericalísima Gazzetta di Catania publicó la noticia, precisando el punto donde s ehabáia detenido la lava y, designando el fenómeno por su verdadero nombre, se expresaba así: ‘En Altarelli, se difurcó la lava dejándolo incólume. Milagro’. Todavía hoy se ve toda aquella masa acumulada sobre sí misma y petrificada como para atestiguar la perenne memoria del prodigio” (MBe XVIII 139-140).
D. Bosco confiaba tanto en este medio que obtuvo del Señor, como para otras cosas, el don de la multiplicación, siempre que se tratar del bien d elas almas: “D. Belmonte, director d ela casa de Sampierdarena, atestiguó que en San Siro ocurrió un hecho maravilloso. D. Bosco distribuía medallas de María Auxiliadora en la sacristía, pero cuando s ele acabaron se dirigió a él y le preguntó si había llevado más. El director le dio unas cuarenta o quizá menos. Entonces el Santo siguió repartiendo. El lugar estaba atestado de gente y daba sin cesar a cuantos alargaban la mano. D. Domingo Belmonte y el señor Dufour, que estaba al lado, no podían creer a sus propios ojos; se repartieron ciertamente varios centenares de medallas, quizás mil. Sin una multiplicación milagrosa aquello no hubiera sido posible” (MBe XVIII 47).
¡Llevemos con fe y amor la medalla de María Auxiliadora: seremos embradores de la paz de Cristo!
CONSAGRACIÓN A MARÍA AUXILIADORA
Santísima Virgen María, constituida por Dios Auxiliadora de los cristianos,
nosotros te elegimos como Dueña y Señora de esta casa.
Te suplicamos que muestres en ella tu auxilio poderoso.
Presérvala de terremotos, de ladrones, de malvados, de incursiones, de la guerra
y de cualquier otra calamidad que tú conoces.
Bendice, protege, defiende, guarda como cosa tuya a las personas que viven en ella,
presérvalas de cualquier desgracia e infortunio,
pero sobre todo, concédeles la gracias de evitar el pecado.
María Auxiliadora de los Cristianos, ruega por los que habitan esta casa
que se te ha consagrado a ti para siempre.
¡Amén!

La bendición con la invocación a María Auxiliadora y la novena de María Auxiliadora (don Pierluigi Cameroni)

Camino formativo 2011-2012

 

10. La bendición con la invocación a María Auxiliadora y la novena de María Auxiliadora (don Pierluigi Cameroni)

Don Bosco y la Auxiliadora son inseparables. La Auxiliadora se ha servido de D, Bosco para obrar estrepitosos y numerosísimos milagros y derramar así sus infinitas gracias sobre el mundo. La vida de D. Bosco está llena de ellos; muchos libros narran conmovedores episodios de la bondad de María manifestada en toda clase de personas; el “Boletín salesiano” publica mensualmente las gracias y favores debidos a María Auxiliadora, que se multiplican en especial en su santuario de Turín, querido por ella, y del cual había dicho en una visión a D. Bosco: “Hic domus mea; inde gloria mea”, esto es: “Esta es mi casa y de aquí saldrá mi gloria”.
Durante la construcción de la basílica de María Auxiliadora nace y crece la fama de D. Bosco obrador de milagros y su nombre comienza a difundirse fuera del Piamonte: de sacerdote conocido solamente en su tierra, se convierte en un personaje símbolo de la novedad pastoral en la Iglesia. Él siente el peso de esta fama de "obrador de milagros”: consulta a un teólogo, Mons. Bertagna, ¡si debe o no continuar dando la bendición de María Auxiliadora! Este le responde afirmativamente.
(En su viaje a París en 1883) una familia amiga de D. Bosco y de las Agustinas hospitalarias de Versalles logró que el Santo visitase su casa de S. Martín. Llegó allí donde ya le esperaban ansiosamente las religiosas, las señoras que vivían con ellas, las enfermas y una multitud de personas de la ciudad que llenaban el claustro desde la puerta de entrada hasta la iglesia. Había también enfermos que deseaban recibir su bendición. Abrióse paso con dificultad, entró en la iglesia, acercóse al altar, subió a la tarima y dijo: “Aunque el tiempo apremia, quiero deciros dos palabras. Me siento feliz por hablar a buenos cristianos en este día en que se celebra la fiesta de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía y la de María Auxiliadora, Reina del cielo. ¡María Auxiliadora de los padres y Auxiliadora de los hijos! Auxiliadora de los amigos y Auxiliadora de los enemigos, Auxiliadora de los afligidos, de los herejes, de los cismáticos, de los pobres pecadores; en una palabra, Auxiliadora de todos, porque esta buena Madre quiere convertir a todos. Mas para merecer su amor, hay que honrar al Hijo y os indico ahora algunos medios para lograrlo. Para ser queridos por Él, hay que recibir a menudo los sacramentos, comulgar lo más frecuentemente posible y, cuando no se pueda, hacer la comunión espiritual; además, oír la santa misa, visitar a Jesús Sacramentado, asistir a la bendición, hacer obras de caridad en honor de Nuestro Señor Jesucristo, porque agrada al Señor que se practique la caridad.
Yo no dejaré de rezar por vosotros y vosotros, por vuestra parte, rezad por este pobre sacerdote, por mis misioneros, por mis huerfanitos, por todas mis obras. Pediré al Señor que bendiga esta casa donde se hacen tantas obras de caridad; rezad por las religiosas y por todas la personas que viven aquí, para que todas sean buenas cristianas. Rezaré por todos vosotros a María Auxiliadora, porque esta buena Madre quiere interceder por todos nosotros y espero que nos alcance ir a verla en el Cielo. Por una gracia especial del Padre Santo, tengo la facultad de dar una amplísima bendición a todos los que estáis aquí reunidos. Esta bendición será para vosotros, y también para vuestros parientes, vuestros amigos, vuestros enfermos, porque son muchos los que sufren; servirá también para todos los objetos de piedad que tenéis con vosotros”.
Entonces D. Bosco, cruzando los brazos sobre el pecho y bajando los ojos, pronunció una larga fórmula de bendición, que terminó con una gran señal de la cruz. Una vivísima conmoción se apoderó del auditorio, impresionado por la admirable sencillez de sus palabras y por la irradiación de religiosidad que emanaba de toda su persona. A la hora de marcharse tuvo que trabajar para abrirse paso entre el gentío. Uno quería pedirle algo muy particular, otro reclamaba una bendición, este le ofrecía una limosna, aquél anhelaba besarle la mano o la sotana. Era una escena de fervoroso entusiasmo, imposible de describir por quienes fueron testigos de ella. Finalmente pudo subir al coche, dejando a toda aquella gente con la impresión de haber visto y escuchado a un santo. (MB XVI 211-213).
D. Bosco no se contentó con propagar la devoción de María Auxiliadora con la palabra, la prensa, los milagros. Obtuvo de León XIII que la “Bendición de María Auxiliadora”, que él venía impartiendo desde tiempo atrás con eficacia, fuese aprobada. Y la fórmula de la “bendición”, por decreto de la Sagrada Congregación de ritos del 18 de mayo de 1878, fue recogida en el Ritual romano.
Merece la pena recordar que en 1928, con ocasión de la aprobación de la bendición de María Auxiliadora y del 25 aniversario de la Coronación de María Auxiliadora, el tercer sucesor de D. Bosco, el Beato Felipe Rinaldi, promovió un fuerte despertar de la devoción a la Auxiliadora como expresión de filial reconocimiento y como ocasión de inculcarla entre los jóvenes de las obras salesianas. En tal circunstancia D. Rinaldi escribió algunas líneas sorprendentes y conmovedoras: Esta bendición y esta imagen, junto con el espíritu y el método educativo de D. Bosco, son los tesoros más preciosos que nos ha dejado nuestro buen Padre, de los que debemos ser custodios celosos y apóstoles fervientes. Nosotros somos los hijos de la bendición de María Auxiliadora, y puede decirse con razón que D. Bosco nos ha engendrado a la vida salesiana con esta bendición, invocada tantísimas veces por él sobre nosotros (que hemos tenido la inestimable dicha de estar a su lado y gozar de su amable compañía); y debemos invocar, por nuestra parte esta bendición, impartirla a nuestros jóvenes, en especial sobre aquellos que estén llamados por el Señor a ser nuestros hermanos en la Sociedad Salesiana. La imagen suavemente expresiva de nuestra Auxiliadora, pintada bajo la guía e inspiración del mismo D. Bosco para el santuario que él quería edificarla en Valdocco con su fe, su presencia animadora, con sus santas fatigas y con su amor filial, debe ser venerada por cada uno de nosotros con un culto de predilección y verdadera ternura, si queremos conseguir su difusión, hacerla apreciar en su justo valor y hacerla amar por cuantos se nos acerquen en la misión que realicemos en nuestras casas". (Atti del Capitolo Superiore della Società Salesiana, vol.II, 1922-1931 D. Rinaldi, pp.628-629)
Fórmula de bendición con la invocación de María Auxiliadora

V. – Nuestro auxilio es el nombre del Señor
R. – Que hizo el cielo y la tierra.
Avemaría.
Ant. – Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios: no rechaces nuestras súplicas en las necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita.
V. – María, auxiliadora de los cristianos.
R. – Ruega por nosotros.
V. – Señor, escucha nuestra oración.
R. – Y llegue a Ti nuestro clamor.
V. – El Señor esté con vosotros.
R. – Y con tu espíritu.
V.- Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, con la ayuda del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de María, la Virgen Madre, para ser digna morada de tu Hijo; al recordarla con alegría, líbranos , por su intercesión, de los males presentes y de la muerte eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R.- Amén.

Don Bosco y la novena de María Auxiliadora

Don Bosco cuando se le pedía alguna gracia acostumbraba a respsonder: “Si queréis obtener gracias de la Santísima Virgen haced una novena” (MB IX, 289). Esta novena, según el Santo, debía hacerse posiblemente “en la iglesia y con fe viva” y era siempre un acto de amor ferviente a la Santísima Eucaristía. Las disposiciones interiores, para que la novena fuese eficaz, eran, según D. Bosco, las siguientes:
1.- No apoyarse en el poder de los hombres: Confiar solo en Dios.
2.- La petición se base totalmente en Jesús Sacramentado, fuente de gracia, de bondad y bendición. Se base en el poder de María que en este tiempo quiere Dios glorificarla en la tierra.
3.- En todo caso, se ponga la condición del “fiat voluntas tua” y si es para provecho del alma de quien pide.

Condiciones requeridas
1.- Recibir los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristia.
2.- Dar una limosna o el propio trabajo personal para sostener las obras de apostolado, peferentemente en favor de la juventud.
3.- Reavivar la fe en Jesús Eucaristía y la devoción a María Auxiliadora.
4.- Rezar, durante nueve días seguidos: 3 Padreneustros Avemarías y Gloria al Santísimo Sacramento con la jaculatoria: Sea alabado y reverenciado en todo momento, el Santísimo y Divinísimo Sacramento; 3 Salves con la jaculatoria: María Auxiliadora de los cristianos, ruega por nosotros..

Oración de San Bernardo
Acordaos, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir que ninguno
de cuantos han implorado vuestros favores
haya sido abandonado de Vos.
Animado por esta confianza, a Vos me presento,
¡oh Madre del Verbo!; no desprecies mis súplicas,
antes bien, escuchadlas favorablemente.
‘Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María”.

150 años del Sueño de las dos columnas (30 de mayo de 1862 – 30 maggio 2012) (don Pierluigi Cameroni)

Itinerario formativo 2011-2012

9. 150 años del Sueño de las dos columnas (30 de mayo de 1862 – 30 maggio 2012) (don Pierluigi Cameroni)

Una plácida noche de mayo de 1862, con su habitual habilidad narrativa, D. Bosco nos decía: “Figuraos que estáis conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no divisáis más tierra que la que tenéis debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida, se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros, y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o, al menos, hacerle el mayor daño posible.
A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.
En medio de la inmensidad del mar, se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distantes la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: “Auxilium Christianorum”; sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: “Salus credentium”.
El comandante supremo de la nave mayor que es el Romano Pontífice... venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas y, al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a una áncora de la columna de la Hostia; y, con otra cadena que pende de la popa, la sujeta a la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la fuga, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente”.
Queremos recordar el sueño “de las dos columnas”, porque celebramos el 150 aniversario de esta visión profética de D. Bosco y por el interés que siempre ha suscitado, por describir la guerra que en estos últimos siglos se ha desencadenado contra la Iglesia, con la finalidad de destruirla. Es impresionante el despliegue de medios de los enemigos de Cristo y de la Iglesia y el odio que los anima. Como telón de fondo se adivina la rabia del dragón que, después de haber intentado apoderarse del Niño, persigue a la Mujer allí donde intenta refugiarse. La gran nave que tiene por timonel al Papa, surca el mar tempestuoso, es asaltada y atacada, pero logra atracar entre las dos altísimas columnas en las que brillan respectivamente, la Hostia eucarística y la imagen de la Inmaculada con la inscripción “Auxilio de los Cristianos”. Cesan inmediatamente los ataques y sobreviene una gran calma.
Si el beato Juan Pablo II ha guiado la nave de la Iglesia anclándola a las dos columnas, espacialmente con el año del Rosario y el año eucarístico entre los que ha concluido su gran obra, el papa Benedicto XVI orienta y guía con la fuerza de la verdad la nave de la Iglesia en estos tiempos de prueba y de persecución. La víspera de su elección decía: “Hemos conocido muchos vientos de doctrina en estos últimos decenios, muchas corrientes ideológicas, muchas modas de pensamiento... La navecilla del pensamiento de muchos cristianos no pocas veces ha sido zarandeada por estas olas – lanzada de un extremo a otro-: del marxismo al liberalismo hasta el libertarismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc., etc. Cada día surgen nuevas sectas cumpliéndose lo que dice S. Pablo sobre la malicia de los hombres y la astucia que intenta inducirlos al error (cfr.- Ef 4,14). Y consciente de las pruebas internas y externas que acompañan la singladura de la Iglesia entre los vaivenes del mundo nos recuerda: “En la Iglesia el Viernes Santo y la Pascua van siempre juntos... La iglesia, -y en ella Cristo- hoy sigue sufriendo. En ella Cristo continúa siendo escarnecido y herido; una y otra vez se intenta echarlo fuera del mundo. Y de nuevo la nave de la Iglesia se ve sacudida por el viento de las ideologías, que con sus aguas penetran en ella y parece que consiguen hundirla. Y sin embargo, precisamente la Iglesia sufriente, Cristo, siempre sale victorioso. A pesar de todo, la fe en Él sale una vez más reforzada” (Homilía del 29 de junio de 2006).
La nave es – desde los primeros tiempos del cristianismo – imagen de la Iglesia. Y no hay duda: para D. Bosco, la Eucaristía y María Auxiliadora son las dos grandes devociones que sostienen a la Iglesia en su misión y la defienden de los peligros. El sueño tiene un valor eclesial de perenne actualidad. Por orden, Cristo Resucitado, presente en la Eucaristía, María asunta al Cielo y a asociada a Él en la obra de la salvación, y el Papa pastor y centro visible de unidad en la fe, son los imprescindibles puntos de referencia para la Iglesia de todos los tiempos. Lo son hoy para la educación de los jóvenes en la fe, para la autenticidad de nuestro sentido de Iglesia. D. Bosco, siguiendo a muchos otros santos, nos ha enseñado que la Iglesia camina segura cuando está firmemente anclada a las “dos columnas” de la Eucaristía y de María. Juntas representan una unidad de amor concreto: juntas realizan la totalidad de Cristo, que no existe sin su Iglesia; juntas realizan la plenitud de la Iglesia, que no existe sin su Señor; juntas son el cuerpo de Cristo, porque la Iglesia se genera del Cuerpo eucarístico del Señor, que es el cuerpo que María ha engendrado y sacrificado. Jesús y María, para D. Bosco, están vivos y presentes en la historia, son dos resucitados que actúan poderosamente en favor de la Iglesia. La Virgen lleva a Jesús. Pero el modo de presencia real de Jesús, al que nos conduce María, es el del misterio eucarístico.
Oración
Padre, Tú nos has dado a la Inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo,
como Auxiliadora y Madre del pueblo cristiano,
para que libre intrépidamente el buen combate de la fe,
y sólidamente anclado en la enseñanza de los Apóstoles,
camine seguro entre las tempestades del mundo,
hasta alcanzar la perfecta alegría de la patria celestial.
Concédenos vivir siempre bajo su protección
y haz que en las pruebas de la vida
la sintamos siempre a nuestro lado
como Auxiliadora y Madre.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

María Auxiliadora en la fundación de la Asociación de devotos de María Auxiliadora (don Pierluigi Cameroni)

Don Pierluigi Cameroni SDB, Animador espiritual

Itinerario formativo 2011-2012

 

8. María Auxiliadora en la fundación de la Asociación de devotos de María Auxiliadora (don Pierluigi Cameroni) [1]

LA ASOCIACIÓN DE LOS DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA
Organizador nato, Don Bosco no dejaba a la sola devoción espontánea el culto a María Auxiliadora. Le daba estabilidad con una Asociación que de Ella tomaba el nombre. Los testimonios directos han visto en esta institución una de las iniciativas más queridas por Don Bosco y de mayor resonancia después de las dos Congregaciones religiosas y de la Asociación de los cooperadores [91].
Él mismo trazaba sus orígenes en el fascículo Asociación de los Devotos de María Auxiliadora canónicamente erigida en la Iglesia dedicada a Ella en Turín con informes históricos sobre este título, por el sacerdote Juan Bosco [92]. A continuación de la presentación Al lector, algunos capitulitos recordaban la historia del título Auxiliadora, desde la Biblia a la batalla de Lepanto (1571), a la liberación de Viena en 1683 y, finalmente, a la institución de la fiesta por parte de Pío VII en 1814 [93]. Breves páginas estaban dedicadas a la Devoción a María Auxiliadora en Mónaco y en Turín y a los favores espirituales concedidos por Pío IX al santuario de Turín [94]. Seguían documentos referentes a la aprobación canónica de la Asociación. El primero era de abril de 1869, la Súplica de Don Bosco al arzobispo de Turín, “para la aprobación canónica de la Asociación”. En ella rogaba “tomar en benigna consideración” el “piadoso proyecto” y examinar los Estatutos y – profesando la habitual ilimitada disponibilidad – “añadir, suprimir, cambiar” cuanto considerase oportuno, “con todas las cláusulas", lo que "considerase más oportuno para promover las glorias de la Augusta Reina del Cielo y el bien de las almas”. La aprobación de Mons. Riccardi del 18 de abril era benévola y generosa, en sintonía con el breve del 16 de marzo con el que Pío IX había concedido a la Asociación que estaba para erigirse amplias indulgencias válidas por diez años [95]. La última parte del fascículo contenía el texto del estatuto, una larga serie de oraciones y prácticas devotas con la indicación de las relativas indulgencias, una breve catequesis De las indulgencias en general, el decreto del 22 de mayo de 1868, con el que Pío IX concedía la indulgencia plenaria a todos los que "religiosamente" hubieran visitado “la iglesia dedicada en Turín a María Virgen Inmaculada bajo el título de María Auxiliadora, en la fiesta titular de la misma iglesia o en uno de los días precedentes" [96].
Como solía decir en la presentación de documentos importantes, Don Bosco atribuía el origen de la Asociación a "insistentes peticiones", provenientes "de todas las partes y de personas de toda edad y de toda condición” durante y después de la construcción y la consagración de la iglesia. Se pensaba en asociados “que unidos en el mismo espíritu de oración y de piedad obsequiaran a la gran Madre del Salvador invocada con el hermoso título de Auxilio de los Cristianos” [97].
También en esta circunstancia Don Bosco redactaba velozmente los estatutos que no eran una obra maestra de organicidad doctrinal y jurídica, pero brillaban por su inmediatez y practicidad. Volvía a aparecer el estrecho vínculo que ordinariamente él establecía entre la devoción a María SS. y a Jesús presente en el SS. Sacramento de la Eucaaristía. La materia estaba dividida en tres títulos, el primero sin encabezamiento: el fin y los medios, las ventajas espirituales, la aceptación. La inscripción estaba abierta a todos sin condiciones particulaes (Aceptación, art. 1-3) [98]. A los asociados se les proponían los siguientes fines: el celo para crecer en la piedad, la espiritualidad, el culto: "promover las glorias de la divina Madre del Salvador" (art. 1); "difundir la devoción a la Bienaventurada Virgen y la veneración a Jesús Sacramentado” (art. 2), procurando "con las palabras, con el consejo, con las obras y con la autoridad promover el decoro y la devoción en las novenas, fiestas y solemnidades que a lo largo del año se celebran en honor de la B. V. María y del SS. Sacramento” (art. 3); además, favorecer "la difusión de buenos libros, imágenes, medallas, libritos, intervenir y recomendar la participación en las Procesiones en honor de María SS. y del SS. Sacramento, la Comunión frecuente, la asistencia a la Santa Misa, el acompañamiento del Viático” (art. 4); tomarse “el máximo cuidado sobre sí y sobre las personas" "dependientes, para impedir la blasfemia y cualquiera otra conversación contraria a la religión y por cuanto dependa de ellos quitar cualquier obstáculo que pueda impedir la santificación de los días festivos” (art. 5). Los medios llevaban a una intensa vida de piedad personal: "Acercarse a la santa Confesión y Comunión cada quince días o una vez al mes y oír cada día la santa Misa con tal que las obligaciones del propio estado lo permitan" (art. 6); se sugerían, a los simples fieles, jaculatorias apropiadas en la mañana y en la noche, y, a los sacerdotes, la intención de rezar en la santa Misa por todos los Agregados a esta piadosa Asociación: "Estas oraciones - subrayaba – servirán de vínculo para unir a todos los asociados en un solo corazón y una sola alma para rendir el honor debido a Jesús oculto en la santa Eucaristía y a su augusta Madre, participar de todas las obras de piedad que hará todo Asociado” (art. 7) [99]. Al crecimiento espiritual de los asociados, al "hacer comunión de todas las obras buenas”, de oraciones y de indulgencias, proveían con abundancia también los ocho artículos con el título Ventajas espirituales. [100]
Para una mayor difusión de la Asociación Don Bosco obtuvo su erección como Archocofradía, con la facultad de agregarse asociaciones semejantes ya existentes o por erigirse. La concedía Pío IX con el breve Sodalitia Fidelium del 5 de abril de 1870, pero que limitaba la facultad de agregación a la archidiócesis de Turín. Con sucesivo breve Expositum Nobis del 2 de marzo de 1877 la facultad se extendía a todas las diócesis del Piamonte. Después de la muerte de Don Bosco, León XIII, primero con el breve Admotae Nobis preces del 25 de junio de 1889, concedía la facultad de agregación de todas las asociaciones semejantes "erigidas o por erigirse en cualquier iglesia u oratorio público pertenecientes a la Sociedad salesiana y donde se encuentren”; luego, con el breve Cum multa del 19 de enero de 1894 confería para siempre al Rector Mayor de los Salesianos y a sus sucesores la facultad de poder "válida y lícitamente erigir otras asociaciones del mismo nombre e instituto en todo lugar donde existan casas e iglesias de la Congregación y agregar las asociaciones erigidas a la citada Archicofradía”; dos años después, con el breve Sodalitas del 25 de febrero de 1896 concedía al Rector Mayor y a sus sucesores la facultad de “agregar a la misma Archicofradía” existente en la iglesia de María Auxiliadora en Turín, otras asociaciones del mismo fin y tenor en cualquier iglesia o diócesis donde fueran erigidas canónicamente”. Finalmente, la S. Congregación de los Religiosos con rescripto del 31 de julio de 1913 concedía el privilegio de que el Rector Mayor pudiera erigir canónicamente las Asociaiones de los Devotos de María Auxiliadora también en las casas del Instituto de las FMA y agregarlas a la Primaria de Turín [101].
(PIETRO BRAIDO, Don Bosco prete dei giovani nel secolo delle libertà, LAS, Roma 2003, Vol I pp. 526 - 528).
¿Qué es ADMA? [2]

Una Asociación fundada por D. Bosco en 1869.
Un grupo de la Familia Salesiana.
Una Asociación laical.
Un itinerario de formación, de santificación y de apostolado salesiano.
Un camino compartido de defensa, de formación y de testimonio de la fe católica.
Un grupo que vive y propaga el culto a la Eucaristía.
Una Asociación para difundir la devoción a María Auxiliadora según el espíritu de D. Bosco.
Elementos que pueden ayudar a profundizar en la vida de la Asociación de María Auxiliadora, en el empeño común de vivir hoy el afán apostólico de D. Bosco, expresado en el lema “Da mihi animas cetera tolle”:
  • La atención a la dimensión mariana del carisma salesiano;
  • la dimensión laical y apostólica de la Asociación;
  • la formación teológica y mariológica de los socios;
  • la acción pastoral y educativa con las parejas y familias jóvenes;
  • la preocupación por comprometer a los jóvenes en este camino de espiritualidad y pedagogía para presentar el rostro materno de María y de la Iglesia;
  • la promoción de vocaciones a través de la oración eucarística y mariana;
  • la comunión y colaboración con la Familia Salesiana, que tiene en la celebración de los Congresos de María Auxiliadora, (inspectoriales, nacionales, internacionales) una de las expresiones más significativas;
  • la difusión en las parroquias salesianas de la Asociación (ADMA) como elemento que califica “salesianamente” la pastoral parroquial;
  • la presentación de la Asociación (ADMA) a los SDB y a las FMA en las diversas fases de la formación inicial.
Pertenecer a ADMA significa vivir tomando como modelo a María, y con humildad tener el corazón rebosante de amor al prójimo. María guía nuestros pasos, nos sostiene en las dificultades, nos conforta en las tribulaciones, nos educa para amar a su Hijo.
[1] Dal testo di P. BRAIDO, Don Bosco prete dei giovani nel secolo delle libertà, LAS, Roma 2003, Vol I pp. 526 - 528.
[91]
Cfr. Testimonios de don Gioachino Berto y de mons. Giovanni Cagliero en el proceso ca­nónico de beatificación y canonizaciónione: S. C. SS. Rituum, Positio super Introd. Causae, Sum­marium (Romae 1907), pp. 384s e 412.
[92
] Turín, tip. Del Oratorio de san Francisco de Sales 1869, 96 p., OE XXI 339-434.
[93
] G. Bosco, Associazione de' divoti di Maria Ausiliatrice..., pp. 3-24, OE XXI 341-362.
[94
] G. Bosco, Associazione de' divoti di Maria Ausiliatrice..., pp. 24-31, OE XXI 362-369.
[95
] G. Bosco, Associazione de' divoti di Maria Ausiliatrice..., pp. 32-47, OE XXI 370-385.
[96
] G. Bosco, Associazione de' divoti di Maria Ausiliatrice..., pp. 48-95, OE XXI 386-433.
[97
] G. Bosco, Associazione de' di voti di Maria Ausiliatrice..., p. 3, OE XXI 341.
[98
] G. Bosco, Associazione de' di voti di Maria Ausiliatrice..., pp. 54-55, OE XXI 392-393.
[99
] G. Bosco, Associazione de' divoti di Maria Ausiliatrice..., pp. 48-50, OE XXI 386-388.
[100] G. Bosco, Associazione de' di voti di Maria Ausiliatrice..., pp. 50-53, OE XXI 388-391.
[101]
Cfr. A.STICKLER, L’Associazione dei Divoti di Maria Ausiliatrice, NEL VOL. l’Immacolata Ausiliatrice…, PP.301-304.
[2]
P. Chavez, Presentazione a, ADMA. Associazione di Maria Ausiliatrice, Elledici, Torino 2009, pp. 5-6.

Don Bosco apóstol y teólogo popular de la Auxiliadora (don Pierluigi Cameroni)

Don Pierluigi Cameroni SDB, Animador espiritual

Camino formativo 2011-2012

 

7. Don Bosco apóstol y teólogo popular de la Auxiliadora (don Pierluigi Cameroni)

Como ya sabemos, los años 1862-68 fueron cruciales para la religiosidad mariana de D. Bosco. A pesar de haber fundado la compañía de la Inmaculada entre sus jóvenes en 1855; a pesar de haber publicado en 1858 “El mes de mayo consagrado a María Inmaculada”, sus preferencias después de 1862 se centraron de modo definitivo en el título mariano Auxilium Christianorum. En 1865 comienza la construcción de la iglesia dedicada a María Auxiliadora, que se terminó y consagró solemnemente el 9 de junio de 1868. Como preparación a este acontecimiento D. Bosco publicó, como número del mes de mayo de las Lecturas Católicas, el librito titulado: “Maravillas de la Madre de Dios, Auxiliadora de los Cristianos”. En él exponía las razones teológicas y escriturísticas, históricas y circunstanciales que motivaban la elección del título.[1] Los argumentos estaban resumidos en la introducción. Citando al apologista francés Auguste Nicolas y expresamente a la autoridad de Mons. Parisis, arzobispo de París, D. Bosco afirmaba que era la misma Iglesia la que deseaba “en estos últimos tiempos insistir en el título de Auxilium Christianorum»; corrían, en efecto, tiempos de “crisis extraordinarias”: “La necesidad, hoy universalmente reconocida y sentida de invocar a María, no es particular, sino general: no son ya tibios que hay que enfervorizar, pecadores que convertir, inocentes que conservar en su inocencia [...]. Hoy es la Iglesia Católica la que se ve asaltada, Se ve asaltada en sus funciones, en sus instituciones sagradas, en su Cabeza, en su doctrina, en su disciplina; se la ataca como Iglesia Católica, como centro de la verdad, como maestra de todos los fieles”. Precisamente por esto, añadía D. Bosco, “para merecer una protección especial del cielo [...] se recurre a María, como madre común, como especial auxiliadora de los reyes y de los pueblos, como católicos de todo el mundo".[2]
Por esos mismos años, D. Bosco había multiplicado los fascículos de las Lecturas Católicas que informaban sobre las gracias extraordinarias obtenidas por la invocación a María Auxiliadora de los Cristianos; había introducido en sus oratorios y colegios la nueva imagen y el nuevo culto; había fundado en 1869 la Asociación de devotos de María Auxiliadora; había comenzado a llamar a la piadosa práctica del mes de Mayo, mes de María Auxiliadora. En Mornese, diócesis de Acqui, Maria Domenica Mazzarello y otras jóvenes, que formaban la Unión de María Inmaculada, se unen a D. Bosco y dan origen a la congregación femenina de Hijas de María Auxiliadora. La invocación y el culto a la Auxiliadora se cconvierten en el distintivo de D. Bosco y de sus obras que se iban extendiendo fuera de Italia, en Europa y en América.
El hecho de que la Auxiliadora, en el común sentir del pueblo aparezca como “LaVirgen de D. Bosco” se debe, además de la actividad taumatúrgica del santo, a sus fundaciones y obras, y a su producción literaria específicamente mariana. En efecto, apenas D. Bosco se da cuenta de que la devoción y el título de Auxiliadora se iba difundiendo, quiso aprovechar esta circunstancia, publicando sus escritos teológicos e históricos. Teniendo siempre claro el principio de “ iluminar las mentes para hacer buenos los corazones y popularizar lo más posible la ciencia” ideo y llevó a la práctica, en el espacio de un decenio, la publicación de seis obritas, que en orden de publicación son:
Maraviglie della Madre di Dio invocata sotto il titolo di Maria Ausiliatrice (1868).
Rimembranza di una solennità in onore di Maria Ausiliatrice (1868).
Associazione de’ divoti di Maria Ausiliatrice canonicamente eretta nella chiesa a lei dedicata in Torino con ragguaglio storico su questo titolo (1869).
Nove giorni consacrati all’Augusta Madre del Salvatore sotto il titolo di Maria Ausiliatrice (1870).
Maria Ausiliatrice col racconto di alcune grazie ottenute nel primo settennio dalla Consacrazione della Chiesa a Lei dedicata in Torino (1870).
La Nuvoletta del Carmelo ossia la Devozione a Maria Ausiliatrice premiata di nuove grazie (1877).
No se trata de obras científicas, ni propiamente de divulgación teológica, sino como se desprende de los títulos, se trata de una teología y de una historia popular del título “Auxilium Christianorum”. Estos humildes fascículos, cuya expresión más madura es el de las “Maravillas de la Madre de Dios”, representan el primer intento logrado de reflexionar y justificar la doctrina sobre el culto a María Auxiliadora. En la propagación de este título se pone de manifiesto, por una parte la mediación eclesial de María, típica de la conciencia italiana de aquel tiempo, y por otra, se impone la dimensión popular del carisma salesiano, que mediante la devoción a María Auxiliadora , traza un camino de educación en la fe para el pueblo, valorando los contenidos de la religiosidad popular y enaminándolo al conocimiento evangélico.
Como ya dijimos, es, en particular, el tratadito de las “Maravillas de la Madre de Dios” el que señala las bases históricas y teológicas de las convicciones y de la misión de D. Bosco.Un primer nivel lo forman las pruebas y los argumentos teológicos fundados en bases bíblicas y patrísticas. Lo que llama la atención es que el trabajo de D. Bosco nos guía acertadamente en el desarrollo de los enunciados fundamentales que desea comunicar: en el centro hallamos la convicciónde de que “la prueba más espléndida de que María es Auxilio de los Cristianos la encontramos en el monte Calvario... Por tanto, María, convirtiéndose en Madre nuestra en el monte Calvario no solo recibió allí el título de “Auxilio de los Cristianos”, sino que adquirió la encomienda, el magisterio, el deber. Tenemos, pues, nosotros un derecho sagrado a pedir el auxilio de María. Este derecho está consagrado por la palabra de Jesús y garantizado por la ternur materna de María. Que María interpretó en este sentido la intención de Jesús en la cruz y que Él la hizo Madre Auxiliadora de todos los cristianos, lo prueba la conducta que Ella observó después”.[3] De esto se sigue que “para que la gloria de María pudiera extenderse a todas las generaciones y tuvieran un motivo para llamarla bienaventurada hacía falta que hubiera algún favor extraordinario y perenne proveniente de María para todas esas generaciones. De modo que, siendo perpetuo en ellas el motivo de su gratitud, fuera razonable la perpetuidad de la alabanza. Este favor continuo y admirable no puede ser otro que el auxilio que María presta a los hombres. Auxilio que tenía que abarcar a todos los tiempos, extenderse a todos los lugares y a toda clase de personas.[4]
La argumentación teológica se completa con la argumentación histórica. “Una experiencia de dieciocho siglos nos hace ver claramente que María ha continuado desde el cielo, y con gran éxito, la misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los Crsitianos que ya había comenzado en esta tierra”.[5] Y D. Bosco, con su agudizada sensibilidad histórica narra una numerosa serie de intervenciones de María en favor de la Iglesia, en particular sus manifestaciones en favor de la Iglesia y del papado, contra los ataques externos e internos con los desgarros provocados por los cismas y las herejías que corrompen la fe y destruyen la comunión. En verdad María es “Magnum in Ecclesia praesidium: Gran defensa de la Iglesia”. De estos escritos emerge una gran visión de la historia que exalta, a la luz de la fe, la mediación materna de la Auxiliadora íntimamente asociada a la obra de la redención y a la misión salvífica de la Iglesia.
A las pruebas teológicas e históricas D. Bosco añade argumentos de naturaleza litúrgica, expresiones de la piedad popular, aludiendo a hechos milagrosos, en especial referidos a dos cuadros de la basílica de Valdocco, inspirados y queridos por él, expresión plástica de sus convicciones.El primero es el gran cuadro de Lorenzone, de todos conocido y que ya hemos comentado. El segundo, menos conocido, es un fresco de Rollini, sugerido pro D. Bosco, para la bóveda de la capilla de S. Francisco de Sales. Bajo la esfera del mundo, en la que ha sido colocada una custodia con el SS. Sacramento, está representado el Arcángel S. Miguel que aplasta y dispersa el error y la herejía: “La Reforma en figura de mujer, que al ver la reverencia de los ángeles, adorando al Sacramento, huye espantada, lleva en una mano la biblia adulterada y abandonada, y en la otra, como armas embotadas, la máscara de la hupocresía y las monedas corruptoras, con las que intenta hacer la guerra al SS. Sacramento; 2º el Materialismo en figura de hombre de formas atléticas, que blandiendo una tea encendida, intenta incendiar y destruir los lugares por donde pasa la Reforma. También él es derrotado por el ángel, y rodando desde la altura parece que se desprende la bóveda para caer de cabeza sobre el pavimento”[6]
En resumen: D. Bosco no escribe con la pluma del teólogo, sino con el fervor del santo y del fundador. Escribe con su experiencia de María y con su amor personal por Ella. Interiormente consciente de lo presente y determinante que había sido María como Madre y Maestra en el desarrollo de su vocación y misión, escribe movido por el profundo asombro experimentado por lo grande, poderosa y eficaz que es la intercesión y la intervención de la Auxiliadora... La intención de D. Bosco es la de acreditar la verdad del título mariano de Auxiliadora y de recomendarlo a la veneración del pueblo de Dios, atestiguando la prodigiosa eficacia en la vida de la Igelsia y en su experiencia carismática. En el aspecto teológico, el tema es el de María mediadora de la Gracia, pero las especificaciones unidas al título de Auxiliadora no son irrelevantes. No será difícil mostrar cómo la devoción a la Auxiliadora no está simplemente unida a las circunstancias históricas en las que ha vivido D. Bosco, sino que se extiende a cualquier época, particularmente a la nuestra, marcada profundamente por el divorcio entre fe y cultura, una época en la que los hombres parece que no tienen comunicación con Dios y en la que Dios carece de peso en la vida de los hombres. Así se expresa el Papa Benedicto XVI: “El verdadero problema en este momento de la historia es que Dios ha desaparecido del horizonte de los hombres y que al apagarse la luz proveniente de Dios, la humanidad padece de falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más en evidencia”.[7][8].
Oración
¡Oh María, Virgen poderosa!
¡Tú, eficaz y potente defensa de la Iglesia;
Tú, maravilloso auxilio de los Cristianos;
Tú, terrrible como un ejército en orden de batalla:
Tú sola has destruido todas las herejías en el universo mundo!
Defiéndenos del enemigo en las dificultades, luchas y necesidadesde la vida
y en la hora de la muerte acoge nuestra alma en el Paraíso! Amén.
(San Giovanni Bosco)
[1] Las argumentaciones de DB las expone sintéticamente P. BROCARDO, San Giovanni Bosco apostolo del titolo «Auxilium christianorum», en el volumen de recopilación L'Ausiliatrice nel domma e nel culto. Relazioni presentate al Congresso Mariologico internazionale (Roma l950), (Biblioteca del «Salesianum», 13), Torino, SEI, 1950, 35-90; y recogidas por el mismo P. Brocardo en el breve ensayo: Don Bosco teologo popolare dell'Ausiliatrice, in Accademia Mariana Salesiana, L'Ausiliatrice della Chiesa e del papa. Relazioni commemorative per il cinquantenario dell'incoronazione di Maria «Auxilium christianorum» nella sua basilica in Torino 1903-17 maggio 1953, Torino, SEI, 1953, 157-167.
[2]
BOSCO, Maraviglie della Madre di Dio invocata sotto il titolo di Maria Ausiliatrice..., Torino, tip. dell'Oratorio di S. Francesco di Sales, 1868, 6s.
[3]
BOSCO, Maraviglie della Madre di Dio invocata sotto il titolo di Maria Ausiliatrice..., pp. 37. 40-41.
[4]
BOSCO, Maraviglie della Madre di Dio invocata sotto il titolo di Maria Ausiliatrice..., pp. 27-28.
[5]
BOSCO, Maraviglie della Madre di Dio invocata sotto il titolo di Maria Ausiliatrice..., p. 45.
[6]
Bosco G., Maria Ausiliatrice col racconto di alcune grazie, p. 49.
[7]
Lettera ai Vescovi della Chiesa cattolica, 10 marzo 2009.
[8]
R. Carelli, Commento teologico a, San Giovanni Bosco, Meraviglie della Madre di Dio, Elledici, 2011, pp. 19.21.

María Auxiliadora en la fundación de las Hijas de María Auxiliadora[1] (D. Pierluigi Cameroni)

Don Pierluigi Cameroni SDB, Animador espiritual

Camino formativo 2011-2012

 

6. María Auxiliadora en la fundación de las Hijas de María Auxiliadora[1] (D. Pierluigi Cameroni)


1. Génesis «mariana» del Instituto
Para D. Bosco, honrar a María era trabajar por la salvación de los jóvenes: inspiraciones divinas y apremios por parte de personas de autoridad, lo indujeron a ampliar su radio de acción también a la juventud femenina. Y cuando se trató de delinear la identidad de esta obra, la elección del título quiso expresar la característica educativo-mariana del Instituto, decididamente orientado a la educación cristiana de la juventud en nombre de María auxilio de los cristianos,
No fue sólo una intención meramente humana la que indujo a S. Juan Bosco a fundar el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Al igual que todas sus obras, surgió para servicio de la Iglesia por iniciativa de Dios y de María Auxiliadora[2]. D. Francesco Cerruti[3] cuenta: «Recuerdo haber oído decir a D. Bosco en persona que un día al presentarse ante Pío IX, éste le dijo: Hasta ahora os habéis ocupado solamente de los jóvenes, ¿por qué no pensáis en hacer por las niñas –no menos necesitadas- lo mismo que hacéis por ellos”. Yo ya había pensado en ello, pero quería hacer cada cosa a su tiempo, nos decía D. Bosco. Quería asegurar primero todo lo referente a los muchachos y, después pensar en las muchachas; y tanto más porque me urgía fundar una asociación religiosa que tomase el nombre de María Auxiliadora. Son muchos los motivos de agradecimiento que tenemos para con tan buena Madre: surja, pues, la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, como monumento vivo de este filial reconocimiento”.[4] Según este testimonio de D. Cerruti, fue el mismo Pío IX, quien le sugirió a D. Bosco la idea de fundar una obra femenina que hiciese con las muchachas lo que los salesianos hacían con los muchachos[5]
Con todo, no es posible datar cronológicamente cuándo y cómo comenzó D. Bosco a pensar en una congregación religiosa femenina. La tradición del Instituto, considera como fuentes, signos premonitorios e inequívocos de la inspiración divina relativa a la nueva fundación, algunos “sueños” de D. Bosco, hacia el año 1862. Es D. Francesia quien atestigua que D. Bosco narró que por dos veces, vio en sueños, en la Plaza Vittorio de Turín, un nutrido grupo de muchachas abandonadas a sí mismas y alborotando que, al percibir su presencia, fueron a su encuentro suplicándole se cuidara de ellas. D. Bosco no quería e intentaba escabullirse; pero cambió la situación la aparición de una noble Señora que se las confía con estas palabras: “Cuida de ellas, son mis hijas”.[6] Mejor documentado y más significativo es el sueño llamado del “caballo rojo” o de la Marquesa de Barolo, en el que D. Bosco se opone al propósito de la marquesa de que se preocupase de las muchachas diciendo que lo quería hacer por sí mismo: “yo debo preocuparme de que su sangre no se haya derramado inútilmente, lo mismo para los muchachos que para las muchachas”.[7] D. Bosco maduró la idea durante mucho tiempo movido por lo que, seguidamente dijo a D, Cerruti: “Mira, la revolución se sirvió de las mujeres para hacer mucho mal y nosotros haremos con ellas mucho bien. Y añadía que llevarían el nombre de Hijas de María Auxiliadora porque quería que el nuevo Instituto fuese también un monumento de perenne gratitud por los singulares favores obtenidos de tan buena Madre”.[8] Pero ante los Salesianos el Santo se comprometió con claridad sólo en 1871, cuando el 24 de abril comunicó al capítulo del oratorio su intención, pidiendo a los consejeros que reflexionasen y rezasen, para darle, dentro de un mes, su parecer.[9]
Mientras tanto, desde hacía una decena de años venía consolidándose una significativa relación entre D. Bosco y el grupo de la Pía Unión de las Hijas de María Inmaculada, formado en Mornese, en el Monferrato, por obra de Ángela Maccagno y dirigida por D. Pestarino, párroco del pueblo y que hacía de enlace entre el grupo y el mismo D. Bosco.[10] La agregación de D. Pestarino a la Congregación Salesiana (1862), la relaciones detalladas del grupo de jóvenes mornesinas enviadas por el sacerdote a D. Bosco, la palabras e indicaciones dirigidas a ellas en las visitas personales de D. Bosco a Mornese(1864‑1867‑1870‑1871), el particular interés por algunas de ellas (entre las cuales S. Maria Domenica Mazzarello) que se estaban dedicando a una más decidida acción de promoción humana y cristiana de las mucachas, llevaron a intuir que el grupo de las Hijas de María Inmaculada fuese el germen probable del Instituto. También para estas jóvenes la devoción mariana, alimentada por las sólidas reflexiones del teólogo Giuseppe Frassinetti,[11] se fundaba en el papel insustituíble que tiene María en la vida de todo cristiano y las llevaba no sólo a imitar las virtudes propias de la Virgen (vistas particularmente en el misterio de su Concepción Inmaculada) sino a revivir en lo más profundo de sí mismas las actitudes interiores de María traduciéndolas a nivel de vida teologal.[12] También se traducía en un fuerte compromiso de vida eclesial, aún en el limitado contexto mornesino, con una intensa participación en la vida parroquial y en el apostolado,[13] en especial entre las jóvenes. En la fundación del Instituto, el 5 de agosto de 1872, fiesta de la «Virgen de las Nieves», se concretiza la inspiración mariana de D. Bosco, que en el plano de la misión, es continuidad de la obra ya iniciada y en el plano del ser, la originalidad de una consagración que quiere ser “el monumento perenne de la gratitud de D. Bosco a la gran Madre de Dios, invocada con el título de Auxiliadora de los cristianos”.
2. La devoción mariana de la Cofundadora, S. María Dominica Mazzarello, y de la primera comunidad de las Hijas de María Auxiliadora (Mornese 1872)
La intuición mariana carismática del Fundador, D. Bosco, había hallado precisamente en S. María Dominica Mazzarello plena convergencia: la joven mornesina había ya madurado, en el grupo de las Hijas de la Inmaculada, una sólida espiritualidad mariana, concretada en unaa fundamental tensión a revivir en sí misma el misterio de María, a modelarse en su fisonomía espiritual, y a reproducirla en sí misma. Contemplaba a María en su misterio de Dolorosa y de Inmaculada: María era para ella, como para D. Bosco, una persona presente y viva en su vida; la tenía por eso presente no solo en su misterio de gracia, sino también en el de dolor, en la participación en la pasión salvífica de Cristo.[14] El progresivo movimiento de configuración con María se produjo sobre todo, a través del conocimiento y el compromiso de vida en la Pía Unión, cuya Regla estaba impregnada por la figura de la Inmaculada como ideal de vida consagrada y apostólica.[15] En la Inmaculada encontraba el impulso para la lucha contra el pecado, la atracción de la pureza, el celo por proteger y formar a las jóvenes que acogía a su alrededor en el taller y en el oratorio.
El encuentro con D. Bosco (1864) descubrió a la Santa un nuevo y más amplio paso en su itinerario mariano. El apóstol de la Auxiliadora le presentó a María bajo este aspecto que, en cierto modo, englobaba los dos anteriores –Dolorosa e Inmaculada- ampliando su dimensión a la dimensión de la Iglesia, impriméndolas aquella fuerza dinámica que hizo pasar la espiritualidad mariana de la Santa de la pura interioridad a una presencia operosa y de testimonio en la Iglesia. Como Hija de María Auxiliadora, María Mazzarello, dio testimonio de esta nueva dimensión mariana con una ación apostólica cada vez más amplia y eclesial. La devoción a la Auxiliadora, en efecto, no se detiene en reconocer el papel de la Virgen en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia, sino que implica traducirla en una acción consecuente con la verdad correspondiente, en una actitud operativa. La misión del Instituto, conducir a las jóvenes a una auténtica vida cristiana, encontró por ello delineado su ser en la devoción misma de la Auxiliadora.
Los miembros de la primera comunidad mornesina (11 profesas y tres novicias) provenían del grupo de las Hijas de María Inmaculada.[16] La propuesta de D. Bosco halló, pues, un terreno preparado aunque el paso a congregación religiosa trajo consigo sufrimientos y acomodaciones a veces dolorosas. Pero la característica mariana querida por el Fundador, vivida por la Cofundadora, fue acogida, asimilada y hecha propia por toda la comunidad. Ésta estaba empeñada en vivir in crescendo la observancia de las reglas dadas por D. Bosco: en ellas los reclamos devocionales, privados en la sencilla expresión de elementos doctrinales, se concentraban en honrar a la Virgen, con el rezo del Rosario, del Ángelus, de la conmemoración de los dolores y gozos, del Oficio Parvo de la Virgen.[17] Según el espíritu del Fundador, sólo se requería uniformarse a la expresión tradicional y popular de la oración a la Virgen, celebrando con solemnidad sus fiestas, destacando los aniversarios, difundiendo sus imágenes, etc. Sin embargo los testimonios coinciden en afirmar que era el espíritu de la Regla entera vivida en su totalidad el que daba culto a María.[18] La verdadera devoción a María no puede consistir sólo en prácticas de devoción –enseñaban D. Bosco y M. Mazzarello- en piadosos ejercicios, sino en un continuo asemejarse a Ella para vivir las sólidas virtudes evagélicas que en Ella resplandecen: «Seamos verdaderas imágenes de la Virgen”, repetía a las hermanas.[19] Verdadera superiora del Instituto será la Virgen, ante cuya imagen María Mazzarello, pondrá cada atardecer las llaves de la casa con filial y confiado abandono.
La primera comunidad del Instituto, «monumento vivo», respondía al proyecto de ser la alabanza y la gloria de María en el esfuerzo por encarnar en la vida cotidiana las virtudes de la Virgen, para llegar a la conformación con Cristo que indicaban las Reglas. Decía la Cofundadora: “Si somos caritativas entre nosotras, si somos mortificadas y estamos animadas por el espíritu de sacrificio, si nos mantenemos fieles a nuestras Reglas, entonces podremos decir que somos verdaderas hijas de la Virgen”.[20] Sobre todo en sus cartas, Madre Mazzarello dejaba traslsucir su preocupación porque hubiese unión entre la teoría y la práctica, entre la doctrina y la vida: “Pongamos empeño en ejercitarnos en la verdadera humildad y caridad, soportando mutuamente nuestros defectos; esmerémonos en nuestras obras de piedad, haciendo con alegría y fervor nuestras comuniones y oraciones y cumpliendo nuestros votos de popbreza, castidad y obediencia. Creedlo mis amadas hijas, así la Virgen estará contenta de nosotras”.[21]
[1] Para más información cfr. Anita Deleidi, La devozione mariana alle origini delle’Istituto delle FMA (1872), in PONTIFICIA ACCADEMIA MARIANA INTERNATIONALIS, De cultu mariano saeculis XIX-XX.Acta Congressus Mariologici-mariani internationalis in santuario mariano Kevelare (Germania) anno 1987 celebrati, vol III, Romae, PAMI 1991, 399-419.
[2]
Costituzioni art. I.
[3]
Don Francesco Cerruti (1844‑1917) fue uno de los primeros en dar su nombre a la Sociedad de S. Francisco de Sales; fue Consejero escolar general y ssiguió también de cerca el desarrollo del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.
[4]
SACRA RITUUM CONGREGATIO, Taurinen. Beatificationis et Canonizationis ven. Servi Dei Sac. Joannis Bosco, Summarium super dubio, N. III, 141.
[5]
Cf. CAPETTI G., Il cammino, 19.
[6]
FRANCESIA G.B., Suor Maria Mazzarello e i primi due lustri delle Figlie di Maria Ausiliatrice, S. Benigno Canavese, Tipografia Salesiana, 1906, 212.
[7]
MBe, VII, 192-193.
[8]
MBe, X, 549.
[9]
MBe, X, 544.
[10]
Sobre Ángela Maccagno (1830‑1890), maestra elemental de Mornese, que tuvo la inspiración de fundar una Pía Unión de jóvenes consagradas en el mundo, cfr. PICCARDO A., Brevi cenni sulla Pia Unione delle Figlie di S. Maria Immacolata ‑Nuove Orsoline, Roma 1912. Sobre D. Domingo Pestarino (1817‑1874), figura particular de sacerdote, que habiendose formado en el Seminario de Génova, trabajó en Mornese enovando la vida espiritual del pueblo y fue dorector espiritual de M. Mazarello y del naciente Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, cfr. MACCONO F., L'Apostolo di Mornese. Sac. Domenico Pestarino, Torino, SEI, 1926.
[11]
Giuseppe Frassinetti (1804‑1868), teólogo genovés, influyó grandemente en la renovación pastoral del Ochocientos mediante su acción como párroco de Santa Sabina en Génova; fue escritor fecundo y sabio director de espíritu. Para su relación con las Hijas de María Inmaculada de Mornese y en particular con M. Mazarrello, cfr. POSADA M.E., Giuseppe Frassinetti e Maria D. Mazzarello. Rapporto storico‑spirituale, Roma, LAS, 1986.
[12]
Cf., ibi, 91.
[13]
Cf., ibi, 95‑97.
[14]
Cf. DALCERRI L., Maria nello spirito e nella vita della Figlia di Maria Ausiliatrice, Roma, Istituto Figlie di Maria Ausiliatrice, 1982, 31‑32.
[15]
Cf, il primo Regolamento delle Figlie dell'Immacolata in CRONISTORIA I, 321‑323.
[16]
Cf. CRONISTORIA, III, 216.
[17]
Cf. Costituzioni ‑ Regole, in CRONISTORIA I, 343‑344; 348
[18]
Cf. DALCERRI, Maria nello spirito, 47‑62.
[19]
Cf. Cronistoria, III, 216
[20]
Ibi, 271
[21]
Lettera 52, 2 a Sr. Giuseppina Torta, in POSADA M.E. (ed.), Lettere di S. Maria Domenica Mazzarello, Con fondatrice dell'Istituto delle Figlie di Maria Ausiliatrice, Roma 1980, 177.