lunes, 10 de septiembre de 2012

150 años del Sueño de las dos columnas (30 de mayo de 1862 – 30 maggio 2012) (don Pierluigi Cameroni)

Itinerario formativo 2011-2012

9. 150 años del Sueño de las dos columnas (30 de mayo de 1862 – 30 maggio 2012) (don Pierluigi Cameroni)

Una plácida noche de mayo de 1862, con su habitual habilidad narrativa, D. Bosco nos decía: “Figuraos que estáis conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no divisáis más tierra que la que tenéis debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida, se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros, y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o, al menos, hacerle el mayor daño posible.
A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.
En medio de la inmensidad del mar, se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distantes la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: “Auxilium Christianorum”; sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: “Salus credentium”.
El comandante supremo de la nave mayor que es el Romano Pontífice... venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas y, al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a una áncora de la columna de la Hostia; y, con otra cadena que pende de la popa, la sujeta a la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la fuga, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente”.
Queremos recordar el sueño “de las dos columnas”, porque celebramos el 150 aniversario de esta visión profética de D. Bosco y por el interés que siempre ha suscitado, por describir la guerra que en estos últimos siglos se ha desencadenado contra la Iglesia, con la finalidad de destruirla. Es impresionante el despliegue de medios de los enemigos de Cristo y de la Iglesia y el odio que los anima. Como telón de fondo se adivina la rabia del dragón que, después de haber intentado apoderarse del Niño, persigue a la Mujer allí donde intenta refugiarse. La gran nave que tiene por timonel al Papa, surca el mar tempestuoso, es asaltada y atacada, pero logra atracar entre las dos altísimas columnas en las que brillan respectivamente, la Hostia eucarística y la imagen de la Inmaculada con la inscripción “Auxilio de los Cristianos”. Cesan inmediatamente los ataques y sobreviene una gran calma.
Si el beato Juan Pablo II ha guiado la nave de la Iglesia anclándola a las dos columnas, espacialmente con el año del Rosario y el año eucarístico entre los que ha concluido su gran obra, el papa Benedicto XVI orienta y guía con la fuerza de la verdad la nave de la Iglesia en estos tiempos de prueba y de persecución. La víspera de su elección decía: “Hemos conocido muchos vientos de doctrina en estos últimos decenios, muchas corrientes ideológicas, muchas modas de pensamiento... La navecilla del pensamiento de muchos cristianos no pocas veces ha sido zarandeada por estas olas – lanzada de un extremo a otro-: del marxismo al liberalismo hasta el libertarismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc., etc. Cada día surgen nuevas sectas cumpliéndose lo que dice S. Pablo sobre la malicia de los hombres y la astucia que intenta inducirlos al error (cfr.- Ef 4,14). Y consciente de las pruebas internas y externas que acompañan la singladura de la Iglesia entre los vaivenes del mundo nos recuerda: “En la Iglesia el Viernes Santo y la Pascua van siempre juntos... La iglesia, -y en ella Cristo- hoy sigue sufriendo. En ella Cristo continúa siendo escarnecido y herido; una y otra vez se intenta echarlo fuera del mundo. Y de nuevo la nave de la Iglesia se ve sacudida por el viento de las ideologías, que con sus aguas penetran en ella y parece que consiguen hundirla. Y sin embargo, precisamente la Iglesia sufriente, Cristo, siempre sale victorioso. A pesar de todo, la fe en Él sale una vez más reforzada” (Homilía del 29 de junio de 2006).
La nave es – desde los primeros tiempos del cristianismo – imagen de la Iglesia. Y no hay duda: para D. Bosco, la Eucaristía y María Auxiliadora son las dos grandes devociones que sostienen a la Iglesia en su misión y la defienden de los peligros. El sueño tiene un valor eclesial de perenne actualidad. Por orden, Cristo Resucitado, presente en la Eucaristía, María asunta al Cielo y a asociada a Él en la obra de la salvación, y el Papa pastor y centro visible de unidad en la fe, son los imprescindibles puntos de referencia para la Iglesia de todos los tiempos. Lo son hoy para la educación de los jóvenes en la fe, para la autenticidad de nuestro sentido de Iglesia. D. Bosco, siguiendo a muchos otros santos, nos ha enseñado que la Iglesia camina segura cuando está firmemente anclada a las “dos columnas” de la Eucaristía y de María. Juntas representan una unidad de amor concreto: juntas realizan la totalidad de Cristo, que no existe sin su Iglesia; juntas realizan la plenitud de la Iglesia, que no existe sin su Señor; juntas son el cuerpo de Cristo, porque la Iglesia se genera del Cuerpo eucarístico del Señor, que es el cuerpo que María ha engendrado y sacrificado. Jesús y María, para D. Bosco, están vivos y presentes en la historia, son dos resucitados que actúan poderosamente en favor de la Iglesia. La Virgen lleva a Jesús. Pero el modo de presencia real de Jesús, al que nos conduce María, es el del misterio eucarístico.
Oración
Padre, Tú nos has dado a la Inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo,
como Auxiliadora y Madre del pueblo cristiano,
para que libre intrépidamente el buen combate de la fe,
y sólidamente anclado en la enseñanza de los Apóstoles,
camine seguro entre las tempestades del mundo,
hasta alcanzar la perfecta alegría de la patria celestial.
Concédenos vivir siempre bajo su protección
y haz que en las pruebas de la vida
la sintamos siempre a nuestro lado
como Auxiliadora y Madre.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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