MARÍA NOS GUÍA A TODOS SÓLO A JESÚS
En su situación evangélica, María Santísima se nos presenta como una mujer habituada a reflexionar sobre los acontecimientos de la vida, y a contestar con responsabilidad a la vocación de Madre del Verbo de Dios encarnado, a proyectar hacia Dios, autor de su gracia extraordinaria. Sobre todo en nuestra sociedad, incapaz de compromisos sólidos y permanentes, María representa la persona que hace de su vida un don en las manos del Padre y persevera hasta la cruz y en Pentecostés, con los discípulos de Cristo. "Y es precisamente ahora que se nos ha dado en María, la mejor defensa contra los males que afligen la vida moderna: la devoción mariana es la garantía segura de protección materna y de tutela en la hora de las tentaciones" (Benedicto XVI, 11 de mayo de 2007).
El deseo más profundo de María, su misión singular es conducirnos todos a su Hijo, porque sólo en Jesucristo tenemos la verdadera paz y la verdadera alegría. María no se ensalza a sí misma (no se celebra a sí misma), sino que quiere cooperar a la instauración del reino de Dios. María está ordenada a Cristo y a su Reino, y nos lleva a escoger a Jesús para siempre. Hoy no es cosa fácil encontrar guías seguras y personas de confianza en el camino de la vida. No sólo hay pocas, sino que es fácil engañarse, o dejarse engañar. En este camino somos acompañados, sea de la bendición de María, que de su inmenso amor: su bendición expresa la voluntad de que se realice sobre nosotros el designio del Padre (la voluntad del Padre), mientras que su maternidad supera toda nuestra imaginación y comprensión.
Una primera etapa de este camino es la purificación del corazón, a través de la liberación de todo un pasado que nos duele, de todo lo que nos lleva al engaño y a las tinieblas. Es una invitación concreta a apartar todos aquellos ídolos que en corazón pueden tomar el sitio de Dios (el puesto de Dios): carrera, estudios, una casa fantástica, la profesión, el sport, la diversión. Es una invitación a poner a Dios en el primer lugar, al vértice de nuestro pensar y sentir, para que todo en la vida converja en él y proceda de él. Haciendo así (obrando así), buscando su Reino, según la promesa evangélica, el resto se nos dará en añadidura.
Un segundo paso es nuestra responsabilidad en responder con los hechos y no con las solas palabras al don de Dios y a su llamada. El encuentro con Jesús, es decir, con el Reino de Dios entre nosotros, es aquella ocasión única que hay que coger al vuelo, empeñando hasta el fondo todas nuestras energías y cuanto se tiene. María, lejos de tenernos en un estado de inferioridad, nos empuja a crecer, invitándonos a asumir nuestro deber con compromiso y responsabilidad. Fe, oración, conversión, paz del corazón, práctica sacramental, vida eclesial, empeño apostólico (compromiso apostólico) son elementos de esta respuesta vital. Y en este sentido, María es parte importante de la nueva evangelización, como "signo del Dios cercano" que ayuda a despertar la conciencia del bautismo, para una mayor fidelidad a Cristo y en sus apariciones eleva la calidad de vida de la Iglesia, preparando a los fieles a las luchas futuras contra las fuerzas de muerte en acto en el mundo y contra la impostura satánica.
En tercer lugar, a su escuela, la vida cristiana se convierte en una vida gloriosa, por Ella nos ayuda a descubrir el sentido de la existencia. La suya es una escuela de vida, una escuela evangélica, donde se aprende viviendo, poniendo en práctica, guardando en el corazón la Palabra del Hijo. Cristo reconoce como suyos sólo aquellos que "escuchan y viven la Palabra de Dios". María nos ayuda a vivir hoy las exigencias y los desafíos de la fe, a través de aquel camino indicado por los últimos papas: la Via de la belleza, señalada por Pablo VI, la Via de la espiritualidad, tan querida por Juan Pablo II, la Via de la antropología, sobre la cual insiste Benedicto XVI.
"Que María, Madre de Dios y Madre nuestra, esté siempre encima de vuestros pensamientos y de vuestros afectos, amable consuelo de vuestras almas, guía segura para vuestras voluntades y sostén de vuestros pasos, inspiradora persuasiva de la imitación de Jesús… proteja las familias, suscite propósitos de bien, sugiera a todos el deseo del cielo" (Benedicto XVI, 24 de junio de 2010).
Don Pier Luigi Cameroni, Animador Espiritual
En su situación evangélica, María Santísima se nos presenta como una mujer habituada a reflexionar sobre los acontecimientos de la vida, y a contestar con responsabilidad a la vocación de Madre del Verbo de Dios encarnado, a proyectar hacia Dios, autor de su gracia extraordinaria. Sobre todo en nuestra sociedad, incapaz de compromisos sólidos y permanentes, María representa la persona que hace de su vida un don en las manos del Padre y persevera hasta la cruz y en Pentecostés, con los discípulos de Cristo. "Y es precisamente ahora que se nos ha dado en María, la mejor defensa contra los males que afligen la vida moderna: la devoción mariana es la garantía segura de protección materna y de tutela en la hora de las tentaciones" (Benedicto XVI, 11 de mayo de 2007).
El deseo más profundo de María, su misión singular es conducirnos todos a su Hijo, porque sólo en Jesucristo tenemos la verdadera paz y la verdadera alegría. María no se ensalza a sí misma (no se celebra a sí misma), sino que quiere cooperar a la instauración del reino de Dios. María está ordenada a Cristo y a su Reino, y nos lleva a escoger a Jesús para siempre. Hoy no es cosa fácil encontrar guías seguras y personas de confianza en el camino de la vida. No sólo hay pocas, sino que es fácil engañarse, o dejarse engañar. En este camino somos acompañados, sea de la bendición de María, que de su inmenso amor: su bendición expresa la voluntad de que se realice sobre nosotros el designio del Padre (la voluntad del Padre), mientras que su maternidad supera toda nuestra imaginación y comprensión.
Una primera etapa de este camino es la purificación del corazón, a través de la liberación de todo un pasado que nos duele, de todo lo que nos lleva al engaño y a las tinieblas. Es una invitación concreta a apartar todos aquellos ídolos que en corazón pueden tomar el sitio de Dios (el puesto de Dios): carrera, estudios, una casa fantástica, la profesión, el sport, la diversión. Es una invitación a poner a Dios en el primer lugar, al vértice de nuestro pensar y sentir, para que todo en la vida converja en él y proceda de él. Haciendo así (obrando así), buscando su Reino, según la promesa evangélica, el resto se nos dará en añadidura.
Un segundo paso es nuestra responsabilidad en responder con los hechos y no con las solas palabras al don de Dios y a su llamada. El encuentro con Jesús, es decir, con el Reino de Dios entre nosotros, es aquella ocasión única que hay que coger al vuelo, empeñando hasta el fondo todas nuestras energías y cuanto se tiene. María, lejos de tenernos en un estado de inferioridad, nos empuja a crecer, invitándonos a asumir nuestro deber con compromiso y responsabilidad. Fe, oración, conversión, paz del corazón, práctica sacramental, vida eclesial, empeño apostólico (compromiso apostólico) son elementos de esta respuesta vital. Y en este sentido, María es parte importante de la nueva evangelización, como "signo del Dios cercano" que ayuda a despertar la conciencia del bautismo, para una mayor fidelidad a Cristo y en sus apariciones eleva la calidad de vida de la Iglesia, preparando a los fieles a las luchas futuras contra las fuerzas de muerte en acto en el mundo y contra la impostura satánica.
En tercer lugar, a su escuela, la vida cristiana se convierte en una vida gloriosa, por Ella nos ayuda a descubrir el sentido de la existencia. La suya es una escuela de vida, una escuela evangélica, donde se aprende viviendo, poniendo en práctica, guardando en el corazón la Palabra del Hijo. Cristo reconoce como suyos sólo aquellos que "escuchan y viven la Palabra de Dios". María nos ayuda a vivir hoy las exigencias y los desafíos de la fe, a través de aquel camino indicado por los últimos papas: la Via de la belleza, señalada por Pablo VI, la Via de la espiritualidad, tan querida por Juan Pablo II, la Via de la antropología, sobre la cual insiste Benedicto XVI.
"Que María, Madre de Dios y Madre nuestra, esté siempre encima de vuestros pensamientos y de vuestros afectos, amable consuelo de vuestras almas, guía segura para vuestras voluntades y sostén de vuestros pasos, inspiradora persuasiva de la imitación de Jesús… proteja las familias, suscite propósitos de bien, sugiera a todos el deseo del cielo" (Benedicto XVI, 24 de junio de 2010).
Don Pier Luigi Cameroni, Animador Espiritual